Bangkok. La película tailandesa “El último verdugo» narra la vida de Chavoret Jaruboon, un guitarrista que aspiraba a convertirse en Elvis Presley, pero que acabó como el último brazo ejecutor de la pena capital con metralleta en Tailandia.
La cinta, que se llevó el mes pasado el premio al mejor actor protagonista en el Festival Internacional de Cine de Shanghai, utiliza un lenguaje dramático con pinceladas surrealistas para abordar la vida de este verdugo, que alcanzó gran notoriedad en sus últimos años.
Chavoret, interpretado por el actor tailandés Vithaya Pansringarm, nació en 1948 en el seno de una familia rota en Bangkok y fue criado por su padre en un humilde barrio situado en la frontera entre las residencias de los ricos y los garitos de alcohol y prostitutas.
En su 18 cumpleaños, su padre le compró una guitarra de segunda mano y un monje vaticinó que su futuro estaría ligado a la muerte. “Es una película sobre un hombre llamado Chavoret que quería a su familia, quería ser músico y terminó como verdugo por las circunstancias”, explica a Efe Tom Waller, el director de “The Last Executioner” (“El último verdugo»).
“Nos basamos en su vida y lo que contamos ocurrió, con algunos cambios. Por ejemplo, es una adivina la que vaticina que su futuro estará ligado a la muerte, no un monje”, señala. “Se trata de la historia de un hombre ordinario en unas circunstancias extraordinarias.
La película no es sobre la pena capital, aunque la pena capital tenía que ver con su trabajo, ejecutar a personas”, asevera el cineasta, hijo de padre irlandés y madre tailandesa.
Contra los consejos de su padre de que estudiase para maestro, Chavoret, conocido como Chow por sus familiares y amigos, empezó a tocar en bandas que actuaban para los militares de las bases estadounidenses en plena Guerra de Vietnam.
Interpretaban temas de Elvis Presley o Bob Hope para una audiencia de soldados con los que aprendía nuevos insultos en inglés y compartía cervezas en la barra tras los conciertos. Esta trepidante vida al rito de “rock and roll” se le acabó cuando se fui a vivir con su novia y tuvo su primer hijo.
Para obtener un trabajo como funcionario, hizo el examen de ingreso para trabajar en la prisión de Bang Kwan, conocida como Bangkok Hilton por los presos extranjeros y donde están encerrados los reos con altas penas de prisión o en el corredor de la muerte.
Las condiciones de los presos eran deplorables, sobre todo de los que esperaban su ejecución, con los pies atados con cadenas las 24 horas del día. Con el tiempo, Chavoret empezó a subir de escalafón hasta convertirse en el verdugo encargado de disparar la ráfaga de disparos que acababa con la vida de los ajusticiados a muerte.
“La película no es todo sobre ejecuciones. Chavoret tenía que sobrevivir para apoyar a su familia, sus hijos. Aún con el trabajo, tenía que tocar en bares para llegar a fin de mes”, afirma el actor que encarna al último verdugo. Durante esos años ganó un salario de en torno a 7.000 bat (215 dólares o 158 euros) y unos 2.000 bat (unos 61 dólares o 45 euros) adicionales por cada ejecución.
“Cuando se retiró, escribió libros, daba charlas en colegios para educar contra el crimen y aparecía en programas de televisión. Se convirtió en una celebridad, aunque a él no le gustaba llamar la atención”, relata Vithaya, que también actuó en la película “Only God Forgives” (“Sólo Dios perdona»), junto a Ryan Gosling.
“El último verdugo”, estrenada en Bangkok la semana pasada, plantea además un problema controvertido para la sociedad y el propio Chavoret en un país que profesa el budismo y a su vez condona la pena de muerte.
«Él sabía que matar a personas era mal karma, pero, desde un punto de vista ético, creía en el sistema de justicia y tenía un alto sentido del deber, aunque en algún momento se produjo una grieta en la roca”, manifiesta el director, que se basó en el guión de Don Linder y en entrevistas con la familia.
En 2003, Tailandia dejó de ajusticiar a tiros a sus reos condenados a muerte tras sustituir el subfusil HK MP-5 por la inyección letal, lo que permitió a Chavoret pasar página a su etapa como verdugo.
El film también aborda los dilemas morales por los que pasó Chavoret, que tras terminar su trabajo como verdugo se ordenó como monje durante dos semanas, una costumbre habitual en Tailandia, y finalmente murió de cáncer, con 64 años, en 2012.
“Cuando la gente me pregunta si temo que me atormenten las almas de los convictos muertos, les digo que temo más a mi mujer. Mi nombre es Chavoret Jaruboon y soy una leyenda. Soy la última persona en Tailandia en ejecutar criminales con un arma. He disparado a 55 hombres y mujeres, y esta es mi historia”, describe el último verdugo en sus memorias.