El autismo político dominicano y
la candidatura de Milagros

<p>El autismo político dominicano y <br/>la candidatura de Milagros</p>

TIRSO MEJÍA-RICART
Los últimos días del año 2006 y los primeros del 2007, han sido pródigos en declaraciones grandilocuentes acerca la democracia, la educación y la salud, así como sobre la lucha contra la pobreza y la corrupción en todas sus manifestaciones.

A decir verdad, la campaña electoral prematura, las discusiones sobre el tercer paquete fiscal del gobierno en solo dos años y medio de ejercicio, las partidas asignadas en el proyecto de Ley de Gastos Públicos en perjuicio de la educación y la salud, así como de los demás poderes del Estado, como los compromisos de la creciente deuda pública externa e interna dominicanas que se ventilan en la actualidad, arrojan bastante luz acerca del carácter y magnitud de la crisis que atraviesa el país, la que gran parte de su liderazgo nacional no parece comprender o aquilatar.

El efecto, tras cuarenta y cinco años de vida pública postrujillista, el país es tres veces más poblado que antes, goza de libertades públicas, la economía ha venido creciendo y se ha avanzado en la democracia electoral, pero esos cambios no se han traducido en una mejoría de las condiciones de vida para los dominicanos.

Antes bien, padecemos mucho mayores desigualdades socioeconómicas, hay un aumento de la contaminación ambiental y la creación de un verdadero ejército de reserva de extranjeros indocumentados que van sustituyendo en el trabajo a los criollos en el campo y la ciudad; mientras que los empleos calificados escasean en la industria y la agricultura, por lo que la emigración, el deporte profesional, la delincuencia y la prostitución se han convertido en casi las únicas vías que encuentra la juventud para sobrevivir económicamente.

En el orden social, la salud pública del país se ha deteriorado de manera dramática, y aunque los servicios educativos se han expandido, particularmente en la formación secundaria y universitaria, la calidad del magisterio y el aprovechamiento real de los estudiantes han caído a niveles preocupantes; en tanto que la unidad familiar y la solidaridad social se han resquebrado gravemente.

Frente a ese cúmulo de desventuras ¿qué hemos hecho muchos nosotros de quienes se supone que somos los dirigentes del país?.

– Aumentar los impuestos – Inventar proyectos fantásticos muy costosos – Crear miles de empleos innecesarios – Permitir que banqueros inescrupulosos se apropien y usurpen el ahorro popular – Sustraer el 30% o más del valor de las obras públicas – Abandonar multitud de obras sin terminar

– Practicar la extorsión y el soborno – Traficar con influencias, mercancías, drogas y personas – Permitir el saqueo del tesoro nacional y de los recursos naturales – Dilapidar los recursos provenientes de préstamos y donaciones internacionales – Establecer “fundaciones” para beneficio casi exclusivo de proyectos políticos.

Pero éstas y otras formas de corrupción no involucran solo a los líderes políticos, como a veces se pretende, si no que la permisividad y la corrupción de las élites dominicanas incluye con demasiada frecuencia a militares, policías, jueces, fiscales, periodistas, empresarios, sindicalistas y hasta diplomáticos y religiosos.

Dentro de esa atmósfera de corrupción e impunidad al margen de los principios y los valores originarios de la democracia, las personas y grupos actúan al margen de toda lógica y de previsión del futuro, análoga a la condición psicológica del autismo, porque parecen ignorar lo que acontece a su alrededor. Son sujetos incomunicados de la realidad que no se percatan de lo que les viene encima, porque el pueblo termina cansándose y rechazando todo, buscando a un al líder diferente que sea capaz de conducirlo por el camino de sus reivindicaciones.

Yo aspiro a que en esa hora el pueblo sepa escoger un guía capaz de conducirlo por el camino del desarrollo independiente y autosostenible, y no a un vulgar demagogo o aspirante a dictador.

Frente al abandono que se produce de las verdaderas causas nacionales, debido al “autismo político”, las ambiciones y la falta de formación que padecen nuestros gobernantes actuales y muchos de los que aspiran a sucederle, nada mejor para el país que la candidatura presidencial de Milagros Ortiz Bosch, quien desde muy joven escogió resueltamente el camino de la lucha por los mejores intereses del país, que al igual que Bosch y Peña Gómez rechaza el continuismo, el dinero fácil y el autoritarismo, para encabezar a los sectores más sanos de la sociedad dominicana para construir su futuro para beneficio de nuestro pueblo.

Milagros sí está en condiciones de escuchar y comprender las demandas del pueblo y sus vías de solución, sin ataduras a los intereses y las ambiciones de quienes han administrado tan mal la democracia, una democracia que tanto ha costado a nuestra nación.

¡Por el país, por nuestros hijos, Milagros Presidenta!. 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas