He expuesto en múltiples ocasiones la confrontación entre Estados Unidos y China va más allá de lo comercial con todo lo que pueda haber de reclamaciones legitimas de ambas partes – cuya vía de solución tiene que ser la negociación – el trasfondo es el esfuerzo de una superpotencia emergente por ocupar – e ineludiblemente compartir – espacios y aquella otra superpotencia que por un siglo imperó libremente y no se resigna ni a compartir liderazgos ni mucho menos pasar a segundo plano en algún que otro sector o en varios. Es absurdo y gran ceguera política y estratégica no reconocer que las pujanzas económicas no las frena nada y, a la larga, más temprano que tarde, se abren inexorablemente paso. China recuerda la historia y tiene muy presente la advertencia de Mao Zedong de que el “siglo de humillación” que sufrió China se debió a su “retraso económico y tecnológico”. Cuando Mao definió lo que denominó las “cuatro modernizaciones”, un poco antes de morir, la primera que identificó fue ciencia y tecnología. A partir de la apertura y reforma que inició su sucesor, DengXiaoping, en 1978, la plataforma básica fue el motorizar la economía y la política industrial.
Mirar a China hoy, sin necesidad de escudriñar, es comprobar lo exitoso de la estrategia diseñada. En los 20 años trascurridos entre 1990 y 2010 el estudiantado universitario se multiplicó ocho veces y los graduados universitarios anuales pasaron de 300 mil a tres millones. En ese periodo el total de alumnos chinos universitarios pasaron de representar un 6% al 17% del total del mundo. En 2017 el país graduó 8 millones de estudiantes universitarios – EEUU 3 millones -. De acuerdo con el ranking que elabora el Times Higher Education de las 100 mejores universidades del mundo seis son chinas. En 2015 de dos millones de millones invertidos globalmente en Investigación y Desarrollo a EEUU correspondió el 25% y a China el 21% o 408 mil millones de dólares, mientras que en 2000 apenas llegó a dedicar 33 mil millones, un crecimiento en 12 años de 1236.4%. China financia anualmente 250 mil estudiantes chinos en universidades norteamericanas los que, a pesar de toda la “satanización” que oyen sobre China, regresan a su país. En una reciente visita a China estuve en un centro promotor de “starsup” que cuenta con 8 mil especialistas innovadores y pudimos apreciar una vasta gama de productos tecnológicos y de consumo aportados.
China ha creado decenas de “zonas especiales de desarrollo” que funcionan bajo un esquema preferencial para potenciar su producción tecnológica e industrial de alcance estratégico en campos como inteligencia artificial, computación cuántica, robótica, bioingeniería, industria aeroespacial y vehículos eléctricos entre otros vitales en el mundo de hoy. En un área como la computación cuántica, de relevancia esencial para el desarrollo actual y perspectivo, China ha ido asumiendo liderazgo. La consultora Patinformatics señala que en 2018 China registró en este campo el doble de patentes que EEUU. Conocido estos antecedentes podremos entender en el próximo trabajo la confrontación científica – tecnológica EEUU – China.