Una de las particularidades más impactantes en la sociedad moderna es la intensa interrelación entre ciencia y tecnología. Las economías que más avancen en esa realidad se afianzarán como los verdaderos líderes económicos en un futuro en el que, realmente, ya entramos. Los logros que ha ido alcanzando China, en tiempo récord por demás, marcan el posicionamiento ineludible por el que el gigante – por su extensión territorial, su población y ahora también por su dinámica capacidad tecnológica y científica – está escalando. Si China es la gran exportadora mundial y segunda economía global, en marcha a ser la primera muy en breve, es, en gran medida, por su excepcional capacidad innovadora. Diluidos algunos analistas en identificar críticas sociales en una sociedad muy distinta a las occidentales – las “características chinas” – están pasando por alto la realidad de una juventud china que enfoca su horizonte en las potencialidades de involucrarse en la innovación que le ofrece su sociedad.
Recientemente, un prestigioso medio internacional, de derecha, publicaba una entrevista con un iracundo disidente chino en EEUU y este afirmaba que la juventud china quería irse del país a lo que el entrevistador, profesionalmente, le cuestionó que entonces por qué los cientos de miles de jóvenes chinos que estudian en EEUU, al terminar regresan a su país, a lo que el “agudo” crítico no pudo, sino que era porque le habían “lavado el cerebro”. ¿Se lo lavaron en universidades estadounidenses durante cinco años para que regresasen a China? En una entrega anterior refería que un centro de desarrollo de innovadores que visité en Guangzhou, a miles de kilómetros de Beijing, acogía a 8 mil innovadores.
China es ya, objetivamente, una potencia en innovación habiendo recorrido un camino que tomó estando muy rezagada y en un período increíblemente breve ha alcanzado los primeros niveles desafiando el liderazgo y generando uno de los elementos que más animosidad le genera entre las grandes potencias que en su desarrollo no tuvieron que enfrentar, por ser las de avanzada en su momento, a ninguna otra que le levantara obstáculos y represalias como si ha estado enfrentando China aunque, a pesar de ello, encabeza algunas casillas globales. En 2018 la inversión china en Investigación y Desarrollo (I+D) representó un 2.19% del PIB lo que en términos absolutos significó 278 mil millones de dólares dentro de lo cual la investigación básica, esencial elemento de desarrollo, absorbió un 5.5%. La estrategia de desarrollo chino apunta a forjar una sociedad innovadora donde en la economía se le dé mayor espacio a opciones de mayor valor agregado. Aquí, de nuevo, hay que destacar que todo lo está haciendo, al revisar la historia económica mundial, en periodos records y el eje de toda esa dinámica hacia la construcción de una potencia tecnológica ha sido la política gubernamental para lo cual ha diseñado, y comenzado a implementar, diversos programas, destacándose el “Plan Nacional de Mediano y Largo Plazo para el Desarrollo en Ciencia y Tecnología 2006 – 2020” y, por supuesto, el “Made in China 2025” con los que pretende llegar a que la innovación aporte un 60% a su crecimiento económico.