El baile: una herramienta excelente para la estimulación de los niños

El baile: una herramienta excelente para la estimulación de los niños

El desarrollo de las habilidades musicales en los pequeños es considerado frecuentemente de poca importancia. En ocasiones tales motivos suelen ser que los padres no pretenden que sus hijos se destaquen en esos ámbitos o bien, como no tienen un interés particular en la música o el baile, no procuran estimular a sus pequeños en lo que a esto se refiere.

Hay pequeños que nacen con sus habilidades musicales muy marcadas, ya que le fueron heredadas (en su carga genética) de algún familiar cercano, como un tío, o de papá o mamá. Pero también se puede favorecer el desarrollo de estas habilidades, incluso si en ambas familias de algún niño no existiesen antecedentes de personas que mostraran un especial interés por la música.

¿Cómo hacerlo? Es muy fácil: simplemente poniendo a los bebés en contacto con todas las actividades que desarrollen destrezas musicales, como escuchar música, cantar, bailar, tocar o jugar con algunos instrumentos musicales, entre otras.

Los pequeños pueden realizarlas por sí solos siendo motivados por los adultos; pueden observar cómo los demás lo hacen o combinar estas dos actividades anteriores. La música favorece muchas habilidades en cuerpo y mente. Propicia el desarrollo del oído, el sentido del ritmo, hace que las personas sean sensibles musicalmente, y ante esta sensibilidad ejerciten su cuerpo con el baile al moverse al ritmo, expresando así las emociones y el gozo provocados por la música. También favorece el desarrollo del lenguaje al momento en que los pequeños procuran pronunciar las frases o palabras de una canción, así como también imitan los movimientos exagerados al momento de cantar, ejercitando los órganos del habla.

El aprendizaje de alguna letra, ritmo o baile, requiere de concentración y memorización, por lo tanto estos otros beneficios musicales favorecen el pensamiento matemático.

Toda esta serie de favores que conlleva la música pueden comenzar a trabajarse desde el vientre materno, ya que el oído de un bebé comienza a desarrollarse desde el séptimo mes de gestación, teniendo preferencia por las voces suaves, filtrando los sonidos graves, ya que si no lo hicieran les molestarían todos los sonidos del interior del cuerpo de la madre; de esta forma los bebés nacen oyendo bien, de ahí la importancia de familiarizarlos con los sonidos externos desde que están en el útero: las voces de mamá y papá diciendo frases de cariño, incluso platicando lo que hacen durante el día, describiendo su habitación, sus juguetes, familiares, etc., ayudan. También pueden cantarle y ponerle música con diferentes estilos de pronunciación.

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El primer año

Para los recién nacidos (primer año de vida) se pueden continuar realizando las mismas actividades: marcando el ritmo de la música con pequeñas palmadas sobre sus cuerpos, como cuando los arrullan, e incluyendo sonajas y algunos instrumentos musicales que no sean muy ruidosos (para evitar irritar al bebé) y que a su vez sean seguros.

 En el tercer mes de vida

En esta etapa  los pequeños tienen la capacidad de buscar la fuente del sonido, una vez localizado el objeto sonoro o instrumento, el adulto puede aproximarlo a sus manos ayudando  a su pequeño  a experimentar la sensación de tocarlo con el fin de que lo conozca y lo relacione con el sonido que produce.

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