El balance de los pactos

El balance de los pactos

Los pactos de gobiernos con los partidos políticos hasta cierto punto forman parte de la democracia moderna, siempre que exista sinceridad de las partes y que verdaderamente se cumplan, sobretodo tienen valor cuando se suscriben entre grupos políticos con cierta afinidad en sus programas de gobierno; también dan resultados cuando el propósito sea el bien público y no las ansias de poder, cuando el ánimo no sea desalojar al gobierno o a los otros grupos que han intervenido en el pacto. Hasta la fecha no se ha cumplido ninguna de las condiciones señaladas y por eso no ha sido firmado el “Pacto Histórico”. Y en honor a la verdad, entre los interlocutores lo que luce es miseria y ambiciones, vistos los ajetreos electorales.

Si los partidos lo pensaran bien, llegarían a la conclusión las razones invocadas, lo que demuestra incapacidad pactista y repulsión que despiertan entre si los dialogantes. En realidad, el famoso pacto más bien parece un trapicheo y la falta de habilidad para alcanzarlo se deriva casi de una verdad.

También no es ocioso señalar que no ha existido respeto hacia las minorías, condición que es esencial en toda democracia, siempre que esos grupos minoritarios no quieran sacar pecho y se propongan subir sobre el hombro de los tres gigantes e imponer condiciones para obtener un mercado que las urnas le han negado siempre, porque hay que recordar que quien no alcanza en un proyecto electoral la mayoría absoluta se ve condenado al zoco. Es que los respaldos electorales acabarán como las inversiones, cotizándose en la Bolsa de Valores.

Y lo peor de todo este espectáculo impúdico es que adultera la voluntad popular y la democracia, por eso es preciso reestructurar la Ley Electoral.

Todos los partidos tienen la necesidad de pactar, o sea, poner condiciones o establecer ciertas estipulaciones, pero tienen que tener presente que en los pactos, por beneficiosos que resulten, siempre se pierden algunas cosas y entre ellas la vergüenza es lo primero, aunque esta última es recuperable porque los electores tradicionales poseen muy mala memoria y nuestros políticos cuentan a su favor que sufren de Alzheimer.

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