El banquero de Dios

El banquero de Dios

Roberto Calvi, el Banquero de Dios, fue un hombre austero. Amante de sus dos hijos y de su esposa, la abnegada Clara Caneti, que se ocupaba personalmente de los quehaceres de la casa,  un modesto apartamento, donde Calvi vivió hasta el final de sus días, comprado ocho años después de ser nombrado Codirector del Banco Ambrosino, al que había ingresado 14 años atrás como encargado de asuntos extranjeros.

Para entonces, el modesto funcionario adquirió también una finquita, de poco tamaño e importancia,  con una casita rústica, un huerto, un gallinero y árboles frutales. En ella y con su familia descansaba los fines de semana  de sus pesadas tareas. Enemigo del derroche y de las fastuosidades, viste sencillo, no ostenta riquezas y pocas veces se le ve en grandes fiestas,  las que desprecia y de pronto, silenciosamente, se escabulle.

Nadie entiende el comportamiento de este extraño hombre, de extrema sencillez, que alcanza la Presidencia del Banco Ambrosiano, el Banco del Vaticano, y lo convierte en el más sólido, más grande, más atrevido del sistema, y al mismo tiempo es capaz de abrirle un hoyo enorme, monstruoso,  despojándolo de mil doscientos millones de dólares al balance de su cuenta,  disponiendo, con largueza y extrema audacia, del  caudal de un dinero que no le pertenecía para extender su poder, desquiciando el sistema financiero y  produciendo el desfalco más enorme que se conoce en la historia de la banca italiana y el de mayor escándalo, que envuelve en sus redes a la mafia organizada y a la curia católica romana, y culmina con el asesinato del Papa Juan Pablo I.   

Calvi, el Banquero de Dios, es descubierto y perseguido por la Justicia. El Banco Central de Italia es su principal acusador. Se dictan órdenes de arresto, para él y sus principales cómplices y colaboradores. Le entra pánico.  Trata de huir de la condena de la Corte y guardar el resto de sus días en prisión. Se escapa. Pero muere sólo. Desesperado y sólo. Descubren su cadáver la madrugada del 23 de julio 1982, en las aguas del Támesis, lleno de dinero y de ladrillos. Colgado de un pretil del puente Blackfriars (Frailes negros).

Su muerte, asesinato o suicidio, no ha sido aún aclarada. Pobre final la de un banquero, inmensamente poderoso, que no supo administrar su vida.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas