El bar o la iglesia

El bar o la iglesia

Un hombre con el pelo blanco abrió el periódico de la mañana; leyó las noticias internacionales y luego miró las páginas editoriales. Lo veía perfectamente desde la mesa donde esperaba que me sirvieran el café. Repentinamente, el tipo se quitó las gafas y tiró el periódico en el piso. Volteó la cara entonces hacia otros parroquianos y dijo: -A veces no sabe uno si correr a la iglesia o a un bar de tapas. Da vergüenza todo lo que dicen y hacen los políticos. Han descompuesto las cosas que andaban bien; y las que iban mal, ahora van peor que nunca. ¡Cualquier estudiante asalta un banco; y hay niños que matan las abuelas!
-Así es; pero de esos asuntos no podemos culpar a los políticos. Antes se decía que los mercaderes engañaban al público “con las pesas y medidas”. Hoy te venden una cosa por otra. Aquí, en este país, se comercia con drogas falsas, con medicamentos que no curan, con bebidas alcohólicas adulteradas. ¿A qué se dedican los padres de un niño capaz de acuchillar a su abuela? ¿Qué hacen los adultos cuando los muchachos, ostensiblemente, ni estudian, ni trabajan? ¿Preguntan de dónde sacan dinero para comprar teléfonos inteligentes y ropa de marcas internacionales? ¿Los maestros, qué enseñanzas transmiten a sus alumnos?
-Se comportan mal los políticos y los banqueros; continuamente, centenares de personas se vinculan a negocios de contrabando, drogas, tráfico de influencias. Sacerdotes y jerarcas de la iglesia no están exentos de culpas. Los “malos ejemplos” los tenemos a la vista en la casa, en la calle, en el cine, en los diarios. Los jóvenes no pueden escapar de esa influencia ambiental, omniabarcante, que fluye como una llovizna perpetua de inmoralidad. ¿Qué hacen los jueces de los tribunales ordinarios?
-Para colmo, la policía, en muchos casos, actúa en complicidad con los delincuentes. La atmósfera de las ciudades está saturada de ilegalidad, de negocios turbios. Contrarrestar esa corriente es un enorme reto de pedagogía social. Religiosos, educadores, psicólogos y sociólogos, están llamados a intervenir. Obviamente, los periodistas tendrán también un papel relevante. Tal vez escritores y poetas puedan esclarecer aspectos básicos del problema e influir sobre posibles “tratamientos”. Muchos actores sociales deben participar en la tarea.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas