El Barrio Chino, sinrazón
de una controversia

El Barrio Chino, sinrazón <BR>de una controversia

En un país donde tantas reglas no se cumplen y el desorden prevalece en muchas calles, sorprende la intransigencia del síndico (ahora alcalde) señor Roberto Salcedo, de negarse a aprobar la solicitud de una regla de parqueo que a todas luces parece saludable para la vitalidad del Barrio Chino; un proyecto urbanístico, económico y cultural importante para Santo Domingo.

Desconozco el intríngulis del Ayuntamiento del Distrito Nacional al respecto, y no es mi intención aquí atribuir malas intenciones a nadie. Entiendo también la obligación del Ayuntamiento de establecer orden y evitar tapones innecesarios en vías importantes de la ciudad. Eso es fundamental para un buen proyecto urbanístico.

Porque me encanta la comida china, y a veces en busca de tofu fresco,  he visitado en varias ocasiones el Barrio Chino, incluso antes de que llegaran los dragones y su nueva fama. Es una zona que requiere más inversión pública y privada; por suerte ya se ha comenzado.

Los directivos del proyecto Barrio Chino han solicitado desde hace tiempo autorización para que el Ayuntamiento permita más parqueos en las calles principales.

Recientemente, en un documento firmado por más de 170 personas y entregado al presidente del Ayuntamiento del Distrito se solicitó específicamente que se permita el estacionamiento de vehículos a un lado de la avenida Duarte, entre la avenida México y Mella, y que se limite a una fila, o dos si fuera necesario, el parqueo en la calle Benito González hasta que las autoridades y  los comerciantes logren un acuerdo para construir un edificio de parqueo.

En vez de aprobar la solicitud, que busca establecer una reglamentación funcional para los comercios y la clientela, Roberto Salcedo la ha rechazado en varias ocasiones.

Hay razones de peso para que el alcalde abandone la negativa. Una, con el éxito del Barrio Chino se beneficiará la ciudad que será más atractiva para el turismo local y extranjero. Dos, los comercios tendrían más clientela, y por tanto, crearían más empleos y pagarían más impuestos al gobierno (no son chiriperos, son locales establecidos). Tres, un pujante Barrio Chino le daría a Santo Domingo un toque multicultural.

La rigidez del señor Salcedo es incomprensible ante un proyecto que, además de ser beneficioso por las razones mencionadas, ha contado con el apoyo de la comunidad china, empresarios chinos, y diplomáticos chinos en el país.

En vez de negarse a la solicitud, el alcalde debería aprobarla, por lo menos hasta que se construya un estacionamiento público.

Las sociedades prosperan cuando los gobiernos permiten que los negocios privados se desarrollen.

El Barrio Chino está lleno de pequeños negocios de chinos, dominicanos descendientes de chinos y dominicanos en general, pero todos necesitan más clientes para crecer. Facilitar el acceso de los visitantes de clase media es crucial.

En vez de seguir aumentando la empleomanía pública (que es lo que hacen todos los países atrasados), el gobierno del Distrito Nacional debería facilitar el crecimiento de los pequeños negocios con regla y orden. Es lo que piden los gestores del Barrio Chino.

Y ya que escribo sobre el Barrio, aprovecho para sugerir que el Ayuntamiento destine más recursos a mejorar y limpiar los alrededores de la zona, es decir, del histórico Mercado de la Mella, donde abundan la basura, el mal olor y los ratones.

Santo Domingo es una ciudad de gran potencial económico y turístico, pero necesita más limpieza, mejor organización, mayor agilidad gubernamental y más inversión privada para desarrollarse plenamente.

¡Felicidades en el año nuevo a la comunidad china en República Dominicana!

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