El Benny: excelente sin ser complaciente

El Benny: excelente sin ser complaciente

POR MARIVELL CONTRERAS
Una película que se llame simplemente El Benny y que con ese corto nombre llene las cabezas de significados a quien lo lee y además traiga a la mente la figura esquelética y la voz poderosa, cadenciosa y elevada de un artista como Benny More, esta condenada, de ante mano, al éxito.

Tuve la privilegiada oportunidad de ver la nueva película cubana El Benny, basada en la vida gloriosa y trágica de Bartolo Maximiliano, conocido y reconocido mundialmente como Benny Moré, una verdadera gloria del canto de Cuba y el Caribe.

Para la gente, este artista que fue tan guajiro, tan natural y exento de poses, aunque se sabia una estrella y estaba demasiado consciente del poder que ejercía sobre las féminas a las que gustaba hasta la locura, este no es más que el Benny, uno grande, pero suyo.

En cambio, estas condiciones sobrenaturales, en un virtuoso del canto que empíricamente podía hacer sus propios arreglos musicales y crear sus propias inspiraciones, lo perdieron, como dicen popularmente, en lo claro.

Esa es la esencia de lo que cuenta, a través de la cámara y de los diálogos el ideólogo, guionista y director de la película, Jorge Luis Sánchez.

“En este país, el baile y la música son drogas: úselas con inteligencia”, le dice un abuelo a su hijo en la primera escena de El Benny.

Y no tardo mucho tiempo para que le diéramos la razón.  La película que es un drama musical, con hechos familiares, rituales mágico-religiosos de fondo y el movimiento político que dio al traste con la dictadura de Fulgencio Batista y el triunfo de la Revolución puso a bailar a todos los presentes.

Una de las mejores experiencias de ver este filme, estuvo mas allá de verlo o no verlo, sino de verlo donde lo vi. Y con quien lo vi.

Estuve en La Habana.  Y me sorprendí al ver una multitud de gente haciendo una larga y a primera vista interminable fila para ver esta película. 

Eran las 5 de la tarde y el sol, sin embargo estaba en su punto más alto, y los cubanos, cubanas y turistas de muchas nacionales se sucedían en la espera y la ansiedad de que llegara su turno para comprar las boletas.

Lejos de no terminar nunca, ya a las 7 de la noche, la larga hilera llegaba a su fin y los porteros tomaban, en orden y sin contratiempos los billetes (entradas, taquillas) y le daban entrada a los presentes.

Ese era otro espectáculo aparte.  Jovencitas y jovencitos se mezclaban con mujeres y hombres adultos, que tenían pinta de que conocieron Al Benny y con ellos, lo más impactante, sus abuelas y sus abuelos.

Personas que rondando casi un siglo de vida, y que lo han visto casi todo –de la vida y de su entorno- estaban ahí enganchados a los brazos de sus hijos y nietos, a un paso dificultoso y lento pero firme en su propósito de recordar a Benny Moré. A ese Guajiro, al que sus seguidores bautizaron como “El Bárbaro del Ritmo”.  No había estudiado música y sin embargo la escuchaba en su cabeza y sabía exactamente como quería que sonara en su orquesta, lo que por supuesto le trajo más de un inconveniente con los músicos profesionales que se hartaban no solo de su empecinamiento en sus propósitos, sino también del estilo imponente en que demandaba la ejecución y la colocación de esos sonidos. La historia de El Benny, su película, fue como su vida, una historia desgraciada a la que la música le dio sentido.

Y los que estábamos sentados, al igual que los que eran seguidores en la película no podíamos dejar de movernos ante el sabor de su rumba y cuando cantaba “Castellano que bueno baila usted”, por poco se levantan esas mas de 600 personas que pagaron sus entradas (como 15 o 20 centavos de dólar) al Yara, uno de los cines –gigante y con estructura de gran teatro y una inmensa pantalla y un inmenso balcón además del palco-.

Ante nuestros ojos fue pasando la vida de Benny Moré.  Lo vimos cuando su primera mujer lo abandonó, cansada de sus madrugadas y de que “por tu dichosa música todo el mundo te conoce”.

No fue ella la única.  También fue despedido, por arrogante e incumplidor de la orquesta Aragón, a la que consideraba “la mas importante de Cuba”. Dolido, pero no arrepentido de sus excesos y su rebeldía, encontró las condiciones para hacer su propia orquesta y con ella reiniciar sus presentaciones en el país.

Ya había venido de su exitoso paso por Los Matamoros, ya se había robado el corazón de los mexicanos –y varias mexicanas- y se aprestaba a seguir consolidando su arte en Cuba y en Caracas.

En estos lugares, recibe la adoración de las mujeres y la envidia de los hombres.  No se detenía en miramientos cuando una mujer se acercaba y se ofrecía en disfrute carnal. Esto le proporcionaba a cambio, traiciones, engaños y desquites que le afectaban no solo a él, sino también a los miembros de su orquesta y a su música.

Jorge Luis Sánchez caminaba en el tiempo y lo mismo empezó proyectando, desde el principio su final, que daba para atrás para contar momentos básicos de su vida, que sin embargo sucedía ante los espectadores que por más que hubieran leído y sabido de El Benny parecían estar expectantes ante el trágico final.

Exceso de bebida y exceso de adrenalina se llevaron –con contadas advertencias- a Benny More.  Nadie tuvo suficiente poder sobre el como para redimir sus instintos, ni su madre, su abuelo, la mujer que finalmente amo.

Pensó Benny que para cantar y crear música necesitaba aguardiente y aunque después de un susto que por poco se lo lleva, comprobó que no, tampoco pudo resistir una tentadora oferta mientras estaba en el escenario.

El alcohol le desangro las entrañas y le llevo el 19 de febrero del 1956 con apenas  la vida. Benny se fue, pero se quedo.  Yo como la mayoría, viejos y jóvenes que estábamos ahí en El Yara, a su merced, también lloramos.

NO fue una película complaciente con esta deidad. Fue presentado en su bondad y en sus limitaciones.  Así lo quisieron entonces y así sigue siendo adorado ahora.  Fue un monstruo del canto y de la rumba y en su nombre bailamos –con la política y la vida de México o de Cuba insinuándose- con nostalgia del Benny y sin poder explicarnos todavía… como fue, que yéndose, Benny More, nunca se fue.

La opinión de Padura

Después de ver la película de José Luis García sobre Benny Moré se me ocurre llamar al laureado escritor cubano, creador residente en su viejo y querido barrio Mantilla (a unos 30 minutos de La Habana) para saber su opinión.

Sobre la película, aún no podía opinar: «no la he visto aún», pero sobre El Benny, sí.  «Benny Moré mantiene una vigencia porque es una figura del eterno cubano», expresa.  Para luego continuar diciendo que un fenómeno como el de Benny Moré y Celia Cruz «jamás se va a volver a dar» y es que ambos resumen «una época, una circunstancia política y social».

Explica que El Benny es producto de un momento específico en Latinoamérica «cuando se estaban creando los grandes ídolos» y en el caso del Bárbaro del Ritmo a quien declara como «la encarnación de la cubana», fue quien empezó en su país «a cantar en el mismo lenguaje que la gente siente».

Padura considera que las largas y continúas filas para ver la película que retrata la vida de Bartola Maximiliano, El Benny, no están centradas únicamente en la figura de este ni en su vigencia, sino en «que la gente tiene muy pocas opciones para ver una película en Cuba».

Un poco de su vida

Virginia Secundina More tiene un hijo con Silvestre Gutiérrez: Bartolomé Maximiliano, que lleva el apellido de su madre. Bartolomé es el mayor de 18 hermanos Bartolomé Maximiliano Moré nacio en Santa Isabel de las Lajas, 24 de agosto de 1919, hijo de Virginia Secundina Moré y Silvstre Gutiérrez.  Fue el hijo mayor de 18 hermanos.

Descendiente directo de un esclavo africano, Bartolomé Maximiliano, conocido y reconocido como Benny Moré, leyenda de la canción cubana, fue musicalmente precoz.  A los 6 años se fabricó su primera guitarra y el mismo afirmó «yo creo que empecé a cantar cuando me quitaron los pañales, por lo menos así yo me veo en mis recuerdos, cantando desde muy niño».

No fue hasta que cumplió los 16 cuando pudo ganarse –cortando caña- el dinero con que se compró su primera guitarra.

En La Habana, a partir del 1940, empieza a cantar en bares y cafés en los que pasaba el sombrero con la expresión «Coopere con el artista cubano».

Fue en esa época en que participa en un concurso de radio (emisora CMQ) y pierde en el primer intento pero se alza con el primer lugar en el segundo intento.

Con su entrada al Trío Matamoros, su fundador y líder Miguel Matamoros pasa a dirigir el grupo y lo coloca a él como primera voz del afamado conjunto.  Con Matamoros, Bartolomé graba varios discos.

Fue con este con este conjunto que viajó por primera vez a México y desde donde se proyectó su gran empatía con el público.  Allí inició su carrera como solista y a solicitud de Rafael Cueto se cambia el nombre: le dijo «recuerda que en México le dicen bartolo a los burros. Quédate, pero cambiante el nombre».

En ese mismo momento el artista decide su nuevo nombre: «Desde hoy me llamaré Benny, Benny More», contestó el artista.

El Benny, El Bárbaro del Ritmo, El Príncipe del Mambo, grabó Me voy pal pueblo, Desdichado.  Con Pérez Prado: Bonito y sabroso, Mucho corazón, Pachito el che, Ensalada de mambo, Dolor carabali (de su autoría). Ya a finales de los 50 regresa a Cuba siendo una estrella en México, Panamá, Colombia, Brasil y Puerto Rico, pero casi desconocido en la isla. Su primer gran éxito en Cuba fue Bonito y Sabroso, a este siguieron Dolor y Perdón, Maracaibo, San Isabel de Lajas y Castellanos que bueno baila usted, entre muchos otros en todos los ritmos.  Cuando Benny Moré murió, muy a destiempo ya era una leyenda viva en todos los estratos de la sociedad cubana (19 de febrero de 1963).

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