El beso que me
dio mi madre lo…

El beso que me <BR>dio mi madre lo…

Hoy es “Día de las Madres”, día especial en la vida de todos los seres vivos,  y amorosamente celebramos el día de ese ser tan especial, pues en verdad todo lo que ellas hacen  es darnos ternuras, cariños, protección y abrigo por toda nuestra existencia.

Así que todos los días del año deberían ser  de celebración y veneración como homenaje a esa bendición. Hoy me propuse la difícil tarea de mezclar las neurociencias con el afecto materno, con ese sentimiento tan poderoso de entrega; ellas suelen  quitarse los alimentos de sus labios para que su criatura no pase ni hambre ni frío, esa que es capaz de matar como diría Neruda “por esa sangre que arderá en sus venas…”.

Sabemos que en el beso materno se resume todo el amor filial, en otros besos, “los pasionales”, hay sustancias complejas que el organismo segrega, iniciada la sensación táctil, acompañados de excitaciones sexuales, sensación  de disfrute, con  manifestaciones variadas hasta llegar a la euforia.

Veamos la anatomía neurocerebral del beso, los labios tienen la capa de tejido de  piel  más delgada del organismo, pero al mismo tiempo tienen la densidad por territorio de neuronas sensoriales más grande del cuerpo humano. Son unos 12 o 13 los nervios  que participan de la función del beso, de esos al besar actúan unos cinco pares craneanos para enviar los mensajes al cerebro desde los labios, la boca, las mandíbulas, la nariz y con esta información se perciben, temperatura, sabor, olor y movimientos, en una  rápida acción que llega desde nuestra corteza sensorial en el cerebro. En el cerebro tenemos un “mapa” de cómo el órgano rector nos reconoce sensorialmente, y cada región del organismo está representada en esa corteza cerebral.

En esa cartografía, nuestros labios tienen un gran espacio, en razón de que todo guarda una proporcionalidad directa con la densidad de las terminaciones sensoriales, y como nuestros belfos tienen mucha sensibilidad neuronal, por igual será grande esa representación labial de lo anatómico en nuestros cerebros.

No creo que ningún humano racional recuerde con más ternura  esos tiernos besos recibidos de su madre, los otros son pasionales, eróticos, estimulantes, burbujeantes, cálidos, pero no tendrán jamás la ternura, la dulzura ni el encanto de esos que nos ha dado  ese ser divino como lo es la madre. 

No escapo yo a la incapacidad de describirlos, prefiero que sea un poeta,  esos personajes con el aforo de descripción de la cotidianidad, quien describa esa sensación astral como  es el beso de una madre. De Lamberto Alarcón,  un fragmento de su poema Madre: Madre: luz y alegría… / !Oh santa madre mía! / ¡Con tus labios piadosos secas mi llanto de melancolía…! / No sé que tienen tus benditos labios que borran desagravios cuando besan y me enseñan más ciencias que los sabios si una oración por el que sufre rezas… / El lirio puro de mi charca inunda, que ha hecho blanca mi noche tenebrosa, ¡madre, madre, tú has sido! / Y cuando viste que mi incierto paso vacilaba en la senda de la vida, se levantó la línea de tu brazo señalándome el bien, ¡madre querida!” /  Solo les agrego  yo, como felicitación a todas ellas, aquella poesía infantil,… el beso que me dio mi madre, lo guardo en el corazón.

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