El bien y el mal del PLD

El bien y el mal del PLD

ROSARIO ESPINAL
De 1986 a 1996, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) pasó de ser una organización política minoritaria a gobernar el país. En esos diez años, el PLD ganó muchos votos, amplió su estructura de dirigentes, perdió la utopía transformadora de liberación nacional que le dio origen, y adoptó el pragmatismo como eje de su accionar político. Al llegar al poder en 1996, el PLD no tenía a Juan Bosch de guía político, la dictadura con respaldo popular dormía en el olvido, los círculos de estudios pertenecían a un pasado de ortodoxias boschistas, y Balaguer era el nuevo aliado político. Para 1996 el PLD carecía de una ideología claramente definida y de ideólogos para formularla.

Todos los dirigentes se dedicaron de lleno a administrar el gobierno: unos para mejorar la capacidad técnica y administrativa del Estado Dominicano y otros para adoptar las viejas prácticas políticas del clientelismo, el amarre y la corrupción.

En general, el PLD gobernó bastante bien de 1996 al 2000 dentro de los parámetros que se propusieron y en comparación con los gobiernos anteriores. En su haber político el PLD cuenta con una mayor eficiencia en la administración pública, el impulso de programas escolares, el clima de confianza que generó en los sectores empresariales, el crecimiento y la estabilidad económica, la relativa bonanza de los sectores medios, y una política exterior ágil.

La articulación de este proyecto político se ancló en la visión de Estado del Presidente Leonel Fernández, quien combina vetas del boschismo magisterial con una gran comprensión de los ejes fundamentales del capitalismo contemporáneo, de los cuales Bosch posiblemente hubiese renegado.

Pero a pesar de esos logros de gobierno, el PLD se agotó rápidamente en el poder, atrapado entre el bien y el mal, sin posibilidad de enganche político duradero: 1) la mística de servicio público de la pequeña burguesía boschista incentivaba el buen gobierno, 2) el aparato clientelar heredado del Estado Dominicano incentivaba la corrupción y la ineficiencia, y 3) el partido fue incapaz de forjar una nueva ideología política en torno a las expectativas de amplios sectores del pueblo dominicano de alcanzar una democracia fundamentada en la prosperidad y la justicia social.

El PLD, que llegó al poder en el 2004 con un 57.1% de los votos emitidos ante la desastrosa administración del PRD, continúa atrapado en el mismo dilema del pasado.

Es evidente su eficiencia y competencia en el manejo de las finanzas públicas. A sólo tres meses de gobierno el país ha dado un giro positivo, pasando de una gran inestabilidad económica a encarrilar algunas de las variables claves que permitirán reencauzar la macroeconomía por senderos más estables. Aunque todavía es poco tiempo para evaluar, es de esperarse un mejoramiento en la administración pública, tal cual ocurrió en su cuatrienio anterior. Un problema que enfrenta nuevamente el gobierno es la tentación de utilizar el Estado como agencia clientelar para pagar deudas políticas o ganar favores futuros. El combate a la corrupción del gobierno del PRD es todavía una incógnita a dilucidar a pesar de las procesos judiciales iniciados, como también se desconocen las medidas claras a tomar para evitar mayor desangramiento económico y político por posible corrupción futura.

Pero el gran reto del PLD no es sólo la reinvención del gobierno en su eficiencia y sanidad administrativa y económica (lo cual es vital, que quede claro), sino también la reinvención de su misión en la política. ¿Para quién gobierna el PLD? ¿Por qué gobierna?

La carencia de respuestas claras a estas preguntas afecta todo el sistema partidario dominicano, pero con una gran diferencia: los demás partidos dominicanos están inmersos en crisis muy profundas, mientras que el PLD está recién llegado al poder con un mandato popular y sosteniendo casi solo el sistema político dominicano. De su triunfo o fracaso en los próximos años depende el futuro de muchos, incluido el de sus opositores.

La reinvención ideológica del PLD requerirá de un gran esfuerzo político. Estar en el poder es un desincentivo para hacerlo. Permitir que los amarres y la compra y venta de favores políticos domine en la cotidianidad del poder es más rentable en el corto plazo, aunque altamente peligroso en el mediano, mientras que enfrentar los graves problemas económicos heredados es una complicada y agotadora tarea.

En este proceso no debe olvidar el PLD que la política no es sólo eficiencia administrativa y mejoría económica, como tampoco lo es un simple amarre o complacencia de intereses mundanos. La política es fundamentalmente sentido de misión y compromiso social.

Para quién y porqué gobierna el PLD son las grandes preguntas que deberán hacerse diariamente sus dirigentes y las que tendrán que responder con convicción y acción ante la ciudadanía en un futuro no muy lejano.

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