El boicot como músculo social

El boicot como músculo social

Ponerse de acuerdo  para dejar  de comprar determinado producto de primera necesidad y gran demanda  en protesta por su precio es un paso   halagüeño en defensa de la economía popular.

El consumidor generalmente  solo prescinde de artículos  por   debilidad  en su  poder adquisitivo. Pero en estos momentos, una motivante  consigna mueve a preguntarse: ¿Será el pollo el gran aglutinador de voluntades para  empezar a emplear con éxito la herramienta  del veto al alto costo de la vida? Sería una forma de ejercitar el músculo eficaz del descontento colectivo. De forjar consensos populares  contra la especulación o cualquier otra causa ostensible de encarecimientos. La  propuesta de boicotear la carne blanca provino de intermediarios  organizados que atribuyen  a productores  avícolas aumentos de precios injustificados. Luego el Instituto Nacional de Protección al  Consumidor la hizo suya .

Ahora habría que esperar a que  el ciudadano responda de manera generalizada al llamado a paralizar la demanda de una carne  de sobrada importancia y  común empleo  en la dieta del dominicano, con sucedáneos poco accesibles y que no son tan saludables. En caso de que este acto de   resistencia    provocara  una satisfactoria disminución de precios, el consumidor se habría dado a respetar colocando  un precedente que auguraría  campañas similares contra otras adversidades de la economía popular. Una espada de Damocles.

La pasión por gastar lo ajeno

Ejerciendo sus facultades  o  haciendo valer su cimera autoridad en el Estado, el nuevo Gobierno debería hacerle guerra  a ciertos  gastos excesivos. Organismos  subordinados al Poder Ejecutivo o con autonomía para  gastar e invertir  que  a veces  manejan   el dinero   con poca racionalidad, a riesgo de quedarse después  sin cumplir tareas esenciales. Tienden a lo superfluo y/o agotan antes de tiempo lo que la ley de  Presupuesto les reserva. Hacen fiesta con lo que no es  de ellos sino de los contribuyentes.

Gastar  o invertir sin previsión ha ocurrido  con anterioridad. El país en ocasiones ha estado sembrado de obrar truncas; ambiciosos  proyectos para los que después  ocurre  que no hay recursos para continuarlos. Invivienda es una muestra. No se trató  de que, en atención a urgencias de fuerza mayor, el Estado   reordenara prioridades, que es lo que quizás justificaría    que algunas cosas se inicien y luego se paralicen.

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