El bosque

El bosque

UBI RIVAS
El bosque dominicano ha venido sufriendo serísimos reveses a partir del 30-05-61 que es la fecha donde se rompieron los diques del respeto del pueblo a las instituciones, personas, leyes, entorno, cuando cayó en un charco de sangre el generalísimo Rafael Leonidas Trujillo. En ese momento las reservas boscosas del país eran de un 35%, para decrecer en forma alarmante a un 8% hoy, y en sentido opuesto en esa época apenas si éramos 2.3 millones de habitantes y hoy somos 8.5 mm.

Cierto que el generalísimo Trujillo concedió explotación de bosques de coníferas (pinos) a algunos allegados suyos cuyos nombres conoce de memoria el país, y que nunca, es menester consignar, sembraron un pino ninguno de ellos.

¿O sembró alguno uno? También es cierto que el presidente Joaquín Balaguer dictó medidas en 1967 para proteger el bosque clausurando otros los aserraderos, sierras y sinfines operantes de manera libertina, aprovechando el desconcierto que desgajó al país entre el 19-11-61 hasta el mismo arribo del doctor Balaguer al poder en 01-07-66.

Es menester consignar, empero, que el presidente Balaguer no dispuso concomitantemente a su disposición de clausurar los cortes de pinos, un programa ambicioso para resarcir al bosque con una reforestación masiva, ni tampoco observó en la práctica la recomendación que solicitó a la OEA de bajar a los llanos de las cordilleras a los campesinos nómadas o conuqueros, principales agentes de deforestación y provocación de fuegos para quemar áreas y sembrar habichuelas y otros frutos en las laderas de las montañas.

La recomendación de la OEA solicitada por el presidente Balaguer la confeccionó el ingeniero forestal peruano Humberto Tasaico, que este servidor conoció personalmente.

Estamos hablando que en 44 años, los dominicanos hemos perdido y/o dilapidado un 27% de las reservas boscosas especialmente de Pinus Occidentalis Sw, llamado así en honor al explorador sueco Oloff Swartz, el primero que identificó a nuestro pino endémico, el mejor del mundo, por su madera más compacta que requiere 35 años para su adultez plena. El caribear hondureño, chileno, canadiense o norteamericano solo requiere 15 años. O menos.

En el discurrir de esos 44 años, ningún gobierno dispuso dotar al organismo o los organismos rectores de política forestal, primero Foresta, luego Recursos Naturales de la SEA, luego CONATEF, Selva Negra, Selva Verde, de los equipos idóneos para enfrentar los imponderables que se presentan en el bosque, como incendios intencionales o producidos por rayos, como torres de vigilancia con equipos apropiados, una flotilla de helicópteros, uno para cada distrito forestal, y los equipos condignos para realizar labores de emergencia, como acontece hoy, en que más de cien mil tareas de pinos han sido arrasados por fuegos en la Cordillera Central.

Es el presidente Hugo Chávez, de Venezuela, el único que nos ha tendido la mano solidaria en este siniestro trágico, suministrándonos dos helicópteros Cougar Puma-Cisternas para atemperar la desolación de los fuegos forestales.

Es el momento para adquirir media docena de ellos, equipar a Medioambiente de los aperos requeridos a las circunstancias de hoy; seleccionar un personal profesional, no los improvisados que menudean hoy en esa dependencia, comenzando por su incumbente, un intelectual como el anterior, que poco conocen de bosques ni su estrategia correcta para dominarlos y restaurarlos.

El principal patrimonio de una sociedad organizada es el bosque, porque desde allí nacen las aguadas, la red híbrica que nutren nuestros ríos, hoy finiquitados todos, polucionados hasta la perdición todos, y no es posible hablar de modernidad cuando observamos que la dependencia que tiene por misión preservarlo, no responde a los requerimientos ni técnicos ni humanos para el propósito. ¿O me equivoco?

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