El buen ahorro, como el bienestar, es consecuencia

El buen ahorro, como el bienestar, es consecuencia

Contrario a lo que parecemos creer, el bienestar no sucede espontáneamente. En realidad – y este es uno de los conceptos básicos de la cultura financiera –es el resultado de una gestión cuidadosa de los recursos y los riesgos. No importa qué tan alto sea nuestro ingreso, sin un sentido de dirección y una conducción coherentes, no podremos sostener el bienestar en el tiempo.

Y al igual que bienestar es mucho más que ingreso, ahorro es mucho más que retención de liquidez.

Desde la perspectiva de la cultura financiera, el ahorro del bueno, aquel que efectivamente apuntala nuestros objetivos de vida sin atropellarnos en el intento – emana de una conciencia y un respeto profundos por los recursos. Y, esto es, por todos los recursos; no sólo los monetarios.

Partiendo de esta actitud, será inevitable que los recursos alimentos, vestido, medios de transporte, dinero y, muy especialmente, tiempo, se usen racionalmente y respondiendo a criterios adecuados para la sostenibilidad individual y de la colectividad. Y, como consecuencia, los excedentes se producirán de forma sostenida y el ahorro sucederá. En cambio, ahorrar por ahorrar o, si se quiere, retener dinero por retener dinero, carece de sentido. Es más, ahorrar porque sí, de espaldas a los objetivos y al bienestar de la comunidad, se parece bastante a la avaricia. Es el objetivo, precisamente, el que da sentido al ahorro. ¿Y qué mejor objetivo que sustentar el bienestar presente y futuro de todos?

 

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