El buen equipo en una gestión

El buen equipo en una gestión

A modo de chiste hay quienes comparan sociedades como la nuestra con el comportamiento de un montón de cangrejos en una cubeta, según el cual estos cangrejos intentan abandonar el recipiente machacándose uno contra el otro, distinto a las hormigas y las abejas que se ayudan entre sí para cumplir la meta.

De manera que los cangrejos nunca saldrán de la cubeta porque aquel que lo intenta es golpeado por el que viene trepando detrás. Lo cierto es que los ejemplos sobran para advertir que mientras se carezca del concepto de equipo, con direcciones definidas y convencidos todos de que hay una sola ruta, los logros son un sueño.

Igual ocurre en las empresas como en nuestros hogares. Siempre hay que definir rutas mediante un plan, con objetivos, es decir, con las estrategias debidamente definidas. Porque hay lineamientos generales y otros particulares para alcanzar el todo.

Hay gobiernos que fracasan aún disponiendo de un personal de cualidades reconocidas, principalmente en su área económica, y un claro ejemplo lo tenemos en la gestión del presidente Hipólito Mejía, el cual ha adolecido, en lo inmediato, del afinamiento de sus instrumentos para que, como buena banda musical, su sonido sea agradable y compartido por todos. Las partes envueltas en el desarrollo del día a día se desafinan.

Independientemente de cómo se dispersan las acciones de un gobierno, si existiera un norte claramente establecido, con los criterios para alcanzarlo, los acontecimientos obligan a cualquier gerencia a reencontrarse con su eje central. Pero el papel de los individuos en la razón de un equipo plantea disciplina, orden y jerarquía. Ha de evidenciarse la conciencia de que empujamos en una misma dirección, con reglas claras y armonía de intereses.

Hace unos días escuchaba la entrevista hecha a un director de cine quien confesaba la frustración experimentaba en el inicio de su carrera, la cual quiso abandonar cuando cometió el error de decirle a un grupo de actores escogidos para una película que todos eran «estrellas», momento desde el cual jamás se asumieron como un equipo.

Fueron individuos en un universo en el que ninguno se asumió como la parte de un todo. No se trata de repetir el dicho aquel de que dos gallos nunca pueden estar juntos en un mismo gallinero. El error del experimentado director de cine consistió -tal cual lo confesó- en olvidarse de que, sin importar el valor individual de «las estrellas», todas conformaban un universo. El conjunto, la unidad de conjunto…el equipo.

Cuando el presidente Mejía nombró a los miembros de su gabinete recuerdo perfectamente que algunos amigos de la TV de opinión pública se adelantaron en predecir el fracaso de esa gestión debido a que la composición de su gabinete no satisfacía las expectativas porque -textualmente oí decir- era un gobierno «sin luces».

Aún hoy, al término de sus cuatro años, no llego tan lejos en un enjuiciamiento de tal naturaleza, porque en el área económica, la matriz de todo gobierno, el presidente Mejía había nombrado a una serie de personas experimentadas, sólo que Mejía incurría en el mismo error del director de cine, diciéndoles que todos eran «estrella».

El presidente Mejía reclutó a profesionales de la economía procedentes de escuelas y prácticas diferentes sobre asuntos financieros, monetarios y fiscales. Nuestros economistas, muy buenos, están agrupados en fundaciones y otras formas de asociación, trincheras desde las cuales responden a parámetros, filosofía, concepción e intereses particulares distintos entre sí, nada de lo cual es condenable porque es parte, paradójicamente, de nuestra independencia personal. La mayoría pasó al gobierno a ejercer alguna función.

Naturalmente que jamás se comportarían con criterios de equipo ni siquiera reunidos en el Banco Central, en el Palacio Nacional o en la Junta Monetaria.

Lo que pudieron ser logros tangibles en lo que respecta a la gestión en la administración pública se desgastaron fruto de las contradicciones, y de esa cosa tan simple y sencilla como la ausencia del sentido de equipo, a lo que sumó un Poder Ejecutivo sin las condiciones para armonizar intereses a los fines de conquistarle la batalla al fracaso.

En materia de desconcentración y descentralización, aspectos fundamentales para un país como el nuestro, con resultados extraordinarios en lugares del mundo donde se ha aplicado, pude conocer lineamientos organizacionales de posibles ejecutorias en áreas primordiales que en este gobierno se presentaron cuando apenas gateaba. Sin embargo, terminan las autoridades gubernamentales su período constitucional sin resultados mínimos.

Tal vez quedó engavetado el gran esfuerzo individual de personas que nunca pudieron estructurarse como un gran equipo, y lo que hemos visto es el fracaso y el retroceso en áreas en que se logró avanzar en períodos anteriores. Está claro que para gobernar se requiere mucho más autoridad y jefatura. Necesitamos de una visión de nuestra sociedad, de cuanto queremos como nación y de sus vínculos con el exterior, y abrazarse a un equipo cuyos individuos sean conscientes de que remando juntos hacia una misma dirección se puede cruzar un río desbocado.

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