El robo, la malicia, el engaño, la indolencia hacia el otro, falta de misericordia y de consideración hacia los demás no es de ahora. Cuenta Jesús en la parábola del buen samaritano en la Biblia, en el libro de Lucas 10:25-37, que había un hombre que fue asaltado mientras caminaba entre Jerusalén y Jericó. Lo dejaron herido, golpeado y medio muerto en el terreno.
La parábola venía al caso porque un intérprete, como para probarlo le preguntó qué hacer para alcanzar la vida eterna, Jesús le dijo que está escrito en la ley. Y el judío le respondió: hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.
Cuenta Jesús que el primero que pasó fue un sacerdote y se hizo de la vista gorda, como se dice en buen dominicano. (versículo 31) Luego, pasó por el lugar un levita, que también se dedicaba a lo religioso, y pasó de largo (versículo 32). Pero un samaritano, que era considerado despreciado por los judíos, porque no lo veían como puros, que iba por el camino, vio al herido y se detuvo. Fue movido a misericordia. Le vendó sus heridas, le echó aceite, lo puso en el caballo, lo llevó a un lugar que le cuiden y pagó por el cuidado del enfermo.
Entonces, Jesús le preguntó al intérprete de la ley cuál de esos tres fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Ese experto no quiso ni siquiera mencionar la palabra samaritano, y dijo: el que usó misericordia. Y Jesús le recomendó: ve tú y haz lo mismo.
De esa manera, Jesús nos enseña que podemos alcanzar la vida eterna, si tenemos misericordia el uno por el otro, si hay una compasión hacia el prójimo, si hay amor hacia los demás.
Al revisar el evangelio de Lucas, que es el que más relaciona la palabra con los acontecimientos históricos, se menciona que Jesús nació en Belén. Pero no se dice el día ni la hora.
No hay en la Biblia quien afirme que Jesús nació un 25 o un 24 de diciembre, ni que los reyes llegaron un 6 de enero. Pero alguien se inventó eso y hoy día vemos una tradición de consumo que arropa al mundo occidental. Y muchos son tentados a realizar gastos que no tenían o no están preparados para realizar para atender lo que parece ser una invención humana. Necesitamos de un buen samaritano, que bien puede ser Jesucristo, que nos ayude a pasar esta época navideña sin salir golpeados o azotados financieramente.