El bullying y sus consecuencias

El bullying y sus consecuencias

El acoso escolar se puede dar tanto en niños como en jóvenes. - Foto de archivo.

El bullying, el acoso escolar, es la primera causa de suicidio adolescente en el mundo (según OMS). Deja una huella en la dignidad de los chicos que lo sufren, daña su autoestima, que es la forma en la que nos vemos a nosotros mismos.

Si nuestros niños, niñas y adolescentes no desarrollan una autoestima sana, tendrán mayores dificultades para superar sus miedos, confiar en sus capacidades para sobreponerse a conflictos, cosas que seguramente influirán en las decisiones que tomen siendo adultos.

Lee más: La triste historia del niño que se suicidó tras sufrir bullying en la escuela

Los estudiantes (cerca del 60%) dicen que los docentes y las autoridades no saben qué hacer. Y este es un punto clave. 

No se capacita a los maestros y los directivos de las escuelas del país, ni se les brindan herramientas concretas para detectar, atender y trabajar sobre el acoso escolar.

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Tenemos que empoderar a los alumnos haciéndoles entender que todos cumplen un papel importante para terminar con esta problemática.

El bullying y sus consecuencias (Fuente externa)

Es imprescindible modificar la ley actual. Es necesaria una ley que defina claramente la problemática del acoso y las acciones, las herramientas y los equipos interdisciplinarios que deben actuar frente a una situación en nuestras instituciones educativas. Es urgente. Es ahora.

Consecuencias

Sus efectos son múltiples. «El bullying tiene derivaciones a niveles sociales, de salud física y mental. Hay personas que terminan en casos de depresión y hay otros que experimentan síntomas físicos.

Como aquellos que por no quieren ir al colegio somatizan: presentan náuseas, dolor de panza, de cabeza, dificultades para poder dormir», precisó Kelly.

Aunque en los casos más dramáticos, su influencia domina la razón de quienes lo padecen: «Se llega a situaciones de ‘indefensión aprendida’, en la que la persona percibe que nada de lo que haga le servirá para liberarse, que ninguna persona lo va a ayudar y que no existe otra salida que el suicidio».

Parar el bullying / Archivo

En la década del 80 se concibió al bullying como un mal social en expansión, como comportamiento de maltrato multilateral, se realizaron diversos estudios e investigaciones retrospectivas sobre casos de suicidios juveniles.

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«Detrás de estos decesos descubrieron situaciones de bullying. En la mayoría de suicidios de niños y jóvenes había rasgos de estos padecimientos», argumentó la docente.

A su vez, reconoció la complejidad de congeniar un diagnóstico prematuro, la necesidad de estudiar la prevención desde la órbita familiar y la institución educativa, evitar la minimización y la naturalización de las avisos de los niños.

«Cuando ellos nos avisan que algo les está pasando, tanto los docentes como los papás, tenemos que aprovecharlo. Es oro en polvo. 

Si no los ayudamos, no vuelven más. Tenemos que desarrollar esa confianza que el niño tuvo en nosotros», aconsejó Mariana Kelly, intentando dar luz sobre un mal muchas veces solapado y oculto. Para que no haya ninguna adolescente más que diga «jodeme ahora», ni ningún niño que escriba en una carta «me rendí».

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