El bulto de las inauguraciones

El bulto de las inauguraciones

El presidente Mejía, en su agotador programa de inauguraciones de obras cada semana, considera que haciendo ese bulto podría modificar sustancialmente la alta tasa de rechazo que lo afecta desde hace dos años, y volcar hacia él, los votos que ha perdido debido a su desacertada administración que ha precipitado al país en el hoyo de la pobreza, peor al dejado por los bancos quebrados.

Las inauguraciones de obras públicas, que en cadena se suceden casi todos los días de cada semana electoral, han provocado que el presidente de la República es un extraño en su despacho del Palacio Nacional, al cual solo acude para oír de como van las recaudaciones, de como van los pinches de los teléfonos, de lo cual se ufana, o de planear alguna travesura con su equipo de campaña, atormentado por el escaso respaldo popular. Y es necesario andar con autobuses llenos de gentes para trasladarlos de una inauguración a otra, para aparentar un respaldo masivo, mientras las calles de las poblaciones, que atraviesa la caravana presidencial, se ven desiertas o indiferentes al paso de los canchanchanes del presidente, atormentados ellos porque avizoran que perderían sus apetecibles posiciones gubernamentales.

Indudablemente que estamos viendo un proceso de inauguraciones en cascada dirigidas a impactar en un pueblo que se ha visto empobrecer y cada día aumentan los precios de todo lo que se consume y es esencial para la vida, como es la electricidad. Pero esos temas, tan álgidos en la realidad nacional que junto a la prima constituyen las causas de un soberbio rechazo a la administración del presiente Mejía, éste no los menciona para no ofrecer soluciones, y en sus torrentosas peroratas proselitistas, solo atina a excusarse diciendo que todo fue culpa del gobierno anterior, sin admitir que sus pepehachistas y perredeístas son responsables del gran desastre que han precipitado al país a tener índices de crecimiento negativo, inflación por encima del 40% y que la clase media se debate en una agonía irreversible de su pobreza.

Antes de agosto del 2000 la clase media era un sector dinámico que mantenía motorizada la economía por su demanda sostenida y podía darse el lujo de tener a sus hijos en buenos centros educativos, pensar en vacaciones anuales en los magníficos resorts dominicanos o en viajar al extranjero, aun cuando fuera a visitar a sus parientes en New York, Boston, Miami o Madrid. Todo eso se ha perdido por una confusa y demencial política económica en que los ingresos tan altos como los logrados en enero pasado apenas bastaron para satisfacer la voracidad de los gastos corrientes, alterando por completo lo que se había establecido con el programa con el FMI que ha delimitado cuales serán esos topes de gastos.

Pero el bulto que se pretende hacer con inauguraciones, soslayando los temas más importantes que les interesan al país, que sería de como el PRD pretende sacarlo de la pobreza en que nos ha sumergido y de como podría detener esa carrera loca de préstamos que han disparado la deuda externa por encima de los $8 mil millones de dólares, es que parten del axioma de que el dominicano es olvidadizo y se alucina con cualquier cosa, como los indígenas aquellos con los espejitos de los españoles. Y ese alucinamiento que promueven los cultores del reeleccionismo es para que la gente retorne al redil del PRD cuando se inaugura un acueducto o se arreglan las calles de un barrio. Desafortunadamente para el presidente Mejía los calderos permanecen vacíos, pese a las ventas de Inespre, ya los niños no pueden acudir a las escuelas privadas, o están muy enfermos por el elevado costo de las medicinas.

Los estrategas de la reelección no tienen respuesta para la pobreza que aumenta cada día y quieren llenarle los ojos a las gentes con inauguraciones y desacreditando a su principal candidato opositor, que aun con las calumnias que se propalan, mantiene su sólido aposicionamiento de salir electo el próximo 16 de mayo, aun contra viento y marea de la realización de fraudes que pudiera estimular el oficialismo, preocupado como está por su impopularidad, y deseo generalizado de la población , que termine su mandato el 16 de agosto del 2004.

Lo increíble de la campaña reeleccionista, basada en tan solo inaugurar obras y desacreditar a sus oponentes, es que no ha podido presentar un programa mínimo de gobierno, ya que son tan mentirosos en todo lo que hacen, le ponen las manos o que quieren sacar beneficios, que ni siquiera pueden elaborar un programa mínimo de mantenimiento para la mayoría de las edificaciones, muchas de las cuales, ya son un antro de peligrosas enfermedades que afectan la salud de quienes se atreven andar cerca de las mismas.

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