Señor director:
El primero de enero del 2009, cuando gran parte del mundo esté celebrando la llegada de un nuevo año, posiblemente Fidel Castro estará meditando sobre cuánto se ha hecho y cuánto falta por hacer para lograr la felicidad del pueblo cubano y el triunfo del socialismo en otras partes del mundo.

Y, es que en esa fecha, en 1959, el Ejército Revolucionario, luego de intensos y sangrientos combates toma el control militar de Cuba, después de galvanizar una fuerza popular en casi toda la isla, fundamentalmente en Sierra Maestra y el Segundo Frente Oriental, lo que obligó al dictador Fulgencio Batista a huir al exilio y a otros tiranos de América, como Rafael Trujillo, -en nuestro país- a poner sus barbas en remojo.

Cincuenta años después, cuando la mayoría de las sociedades convulsionan por efecto de la corrupción; cuando el tráfico de drogas arrodilla muchas naciones, cuando la inseguridad ciudadana obliga a la gente a vivir bajo el temor de la  violencia, Cuba continua su combate dispuesta a transformar sus derrotas en victorias, como lo hizo luego del frustrado asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953.

Por eso salta a la vista que cincuenta años después las noticias negativas sobre la Revolución, difundidas por agencias internacionales u órganos independientes, nunca se refieren a la corrupción como norma en ese proceso pese a que los organismos de seguridad del Imperio tienen capacidad de penetración a lo más recóndito de cualquier sociedad.

En este momento, 50 años después, Cuba vive una situación difícil, en  estado de alerta, con un bloqueo criminal que le impide desarrollar sus potencialidades económicas, obligada a sostener un alto gasto militar, por tener a novena millas  un “tiburón” que no se da por vencido pese a todas las derrotas debidas, azotada  por fenómenos naturales. Pero nada ha impedido su avance en educación, salud, cultura, deportes.

Atentamente,
JULIO ROSA