EL BUZÓN
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Normas limiten áreas habitables

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Señor director:
La tragedia en que perdieron la vida siete personas de una sola familia, a causa de un derrumbe ocurrido a mediados del mes de agosto del presente año en el sector “Jarro Sucio” del pobrísimo barrio de Guachupita, en el Distrito Nacional, podría definirse como la crónica de una calamidad anunciada en cualquier punto marginado del país.

Recuérdese que la temporada ciclónica apenas está por mitad y de continuar el régimen de lluvias los suelos podrían terminar completamente saturados, lo que representa un grave peligro para todo el que temerariamente se metió a construir en un desfiladero o en el curso de las aguas.

En este caso se trata de víctimas del sistema económico social y de la imprudencia. Son el producto de la pobreza que contrasta brutalmente con la manifestación de opulencia que a diario vemos en reducidos segmentos de la sociedad, en la que se regodean los diferentes colores políticos que por obra y gracia de la “tiguerocracia” han tenido acceso al botín que representa el erario.

A finales de los años 50 ahí no vivía nadie.

Eso era un patrimonio del pueblo, de la ciudad y por conveniencia de la politiquería se le dio permiso a todo el que se identificó como pobre para que destruyera lo que era un santuario de especies acuáticas: peces, crustáceos y varios tipos de aves.

La tragedia de ahora se repetirá cíclicamente hasta que se hagan respetar los límites entre las zonas donde debe vivir la gente y las zonas donde deben vivir los animales o cuando, que no está a la vista, desaparezcan las causas que empujan a este comportamiento suicida de construir una “vivienda” debajo de una roca o en precipicios donde ni las cabras estarían seguras.

Atentamente,
JULIO ROSA

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