EL BUZÓN
Responde conceptos de articulista

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Señor director:
Después de haber leído el artículo de opinión suscrito por la doctora Rosario Espinal, publicado en la edición correspondiente al 26 de agosto en ese prestigioso matutino, deseo referirme al segundo párrafo del mencionado escrito, y citamos: “Rápidamente corrió la interpretación mediática de que el nombramiento era una balaguerada; es decir, un acto de maldad y de cinismo político del presidente Leonel Fernández”. Esta particular interpretación, que presumimos sociológica por la formación profesional de la autora, refleja un desconocimiento y una abierta tergiversación de nuestra historia contemporánea. Y decimos esto, porque los medios de comunicación calificaban de “balaguerada” a las sorpresivas designaciones que él hacía de prominentes ciudadanos que aceptaban fortalecer, con sus conocimientos y destrezas, el proyecto de nación que representaba el líder político y siete veces presidente constitucional de la República.

La sociedad ha estado siempre atenta a los cambios que usualmente se introducen de manera periódica en la administración pública. En el caso especifico del presidente Balaguer, al producirse esas designaciones sólo se hablaba de los efectos políticos que solían producir las mismas, pues ellas reflejaban el deseo del doctor Balaguer de incorporar a la administración pública a ciudadanos capaces sin tomar en consideración su filiación política. Lo importante era su identificación con el crecimiento y desarrollo de la República. Y la realidad es, agrádele o no a los cancerberos de la maledicencia, que el doctor Balaguer pudo contar con la cooperación de figuras de la estatura y reciedumbre moral de Enrique Apolinar Henríquez, José Andrés Aybar Castellanos, Horacio Alvarez, Eduardo León, Urania Montás, Antonio Martínez Francisco, José Brea Peña, Luis Julián Pérez, Juan Casanovas Garrido, Ney Arias Lora, César Brache, Moisés Loinaz, Octavio Almonte, Caonabo Fernández Naranjo, Violeta Ortega, Pedro Romero Confesor, Alfonso Moreno Martínez y Antonio de Jesús Cassó, entre muchas otras personalidades, quienes colaboraron, íntegra y desinteresadamente, con el presidente Balaguer y con su inigualable obra de gobierno.

Estos dignos exponentes del civismo accedieron al llamado del deber y honraron las administraciones reformistas en las que sirvieron con dedicación, cumpliendo con la obligación moral de todo ciudadano de poner a disposición del engrandecimiento de la patria su talento. Munícipes de excepción en su conjunto, algunos inclusive reconocidos adversarios políticos del doctor Balaguer, se sintieron finalmente atraídos por la magnitud de sus ejecutorias que con permanente desvelo y tesón patriótico desarrollaba el estadista más completo de toda nuestra historia republicana. Desconocemos si la doctora Espinal calificaría la colaboración de estos ilustres dominicanos con los gobiernos del doctor Balaguer “como actos de maldad y de cinismo”.

Don Ángel María Liz amerita una mención especial. La reciedumbre moral y la reconocida capacidad de este eminente jurista le permitieron ejercer sin tacha alguna la presidencia de la Junta Central Electoral hasta su fallecimiento en 1977. El Partido Reformista, a pesar de contar con la mayoría senatorial requerida para realizar nuevas designaciones, le dio todo el apoyo requerido para una exitosa culminación de su labor, respetuoso siempre de las ilustres personas que, han desempeñado esas delicadas funciones.

La articulista se refiere también en su escrito “a los fraudes electorales como los orquestaban los balagueristas para mantenerse en el poder”. El síndrome del fraude en los fastos nacionales se inicia en las elecciones generales de 1962. El ganador de las mismas declaró antes de conocer sus resultados que existía un fraude colosal en su contra, para luego encontrar que los resultados le habían favorecido ampliamente. Desde entonces, nadie pierde unas elecciones en el país, sino que “le hacen fraude”. En la Fundación que lleva su nombre reposan todos los certificados de elección emitidos por la Junta Central Electoral, en los que se declara al ciudadano Joaquín Balaguer electo presidente constitucional de la República. Con excepción de los votantes dislocados en 1978, nunca se ha podido documentar fraude alguno. Los miembros de las diferentes Juntas Centrales Electorales que han firmado los referidos certificados de elección a favor del extinto presidente tienen la palabra.

Finalizamos nuestra misiva, reconociendo que existe una especie en nuestra sociedad que busca connotación apelando a un maniqueísmo que creíamos superado. Ese tipo de fraude intelectual que constituyó el antibalaguerísmo profesional, ese muy bien remunerado en su época chantaje político, al parecer ha logrado sobrevivir al tiempo. Olvidábamos, como le pasó al Adriano de Marguerite Yourcenar, “que en todo combate entre el fanatismo y el sentido común, pocas veces logra este último imponerse”.

Al agradecerle la publicación de la presente, le saluda

Atentamente,
JOAQUIN RICARDO

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