“El Cable”

“El Cable”

«Un periódico para tener autoridad moral debe ser verídico y responsable. Servir pasiones e intereses espurios es adocenarse (…) ante la opinión pública (…) El Cable hizo historia”, Badin Garrido Puello.

Gracias al rescate del periodista Edgar Valenzuela -quien ya se perfila como el historiógrafo de nuestra localidad- el Archivo General de la Nación pública (volumen CLIX, Mayo 2012) la colección de “El Cable” bisemanario que se editara en San Juan de la Maguana desde marzo de 1921 hasta agosto de 1930. Se trata de una importante divulgación para documentar la historia social, económica y política de dicha provincia en los primeros decenios del siglo XX.

Sobre la aparición de “El Cable”, gravita un devenir histórico que se remonta al genocidio del Jaragua y se concatena con las batallas de “La Estrelleta” y “Santomé”, durante la guerra dominico-haitiana. La inmolación de Francisco del Rosario Sánchez en julio de 1861. la deteriorada proceridad de algunos “febreristas” frente a la anexión-restauración de la República Dominicana, con motivo de algunas proclamas despachadas desde San Juan de la Maguana; el patriotismo de Andrés y Timoteo Ogando Encarnación, desde Pedro Corto hasta la frontera contra el baecismo de los seis años. El caudillismo regional de Wenceslao Ramírez. La revolución legalista de 1912, escenario donde la “valerosa juventud sureña (…) bajo la heroica dirección de los generales Luís Felipe Vidal y Carmito Ramírez batalló sin pausa durante un año hasta derrocar el sanguinario despotismo del régimen de los Victoria, inspirada solamente en el ideal democrático de encausar la República por sendas de libertad, paz y progreso, sin intervención foránea”, Víctor Garrido (“Espigas Históricas”, Santo Domingo, 1972; Pág. 273).

E. O. Garrido Puello, Badin, fundador y director del referido periódico, para 1973 en su “Historia de un Periódico” interesante opúsculo para el estudio de la vida cultural y folklórica de San Juan de la Maguana, precisa que “El Cable no fue el primer periódico que se publicó en San Juan de la Maguana con carácter permanente. Antes existieron «Ecos de Santomé», sustituido más tarde por «El Correo del Sur». Ambos los editó, dirigió y administró el señor Eduardo Romero Matos, un progresista impulsador de la prensa nacional». En la coyuntura en que se produjo la primera edición de “El Cable”, durante la intervención norteamericana de 1916, “San Juan de la Maguana era una pobre aldea, triste, sumida en aislamiento localista y situada estratégicamente en medio de un panorama deslumbrador de bellezas. Enclavada en el magnifico valle de su nombre, vegetaba en el olvido como una joya abandonada, Sin caminos viables hacia el Este lejano, miraba hacia el Oeste próximo. Su comercio y su contacto, al lomo de mulo, era más intenso con Haití que con los pueblos de la República (…). El poblado lo formaban una plaza bastante grande, si otro adorno que el ganado que dormía tranquilamente bajo el cobijo protector de su cielo azul, iluminado de estrellas; un mercado de madera, unas cuantas calles formadas por casas también de madera, la mayoría techadas de yaguas o cana y frente a la plaza, remembranza de su pasado colonial, la Comandancia Militar y la Iglesia”, Historia de un Periódico (Pág. 10; Impresora Arte y Cine; Año 1973).

La lectura del volumen que recoge “El Cable” nos remite al San Juan de antaño, al de las vastas praderas, donde los ganados caballar y vacuno se desplazaban con la libertad del viento; a las cofradías; al origen de nuestras costumbres e identidad como conglomerados sureños; a las andanzas de Olivorio Mateo, como ciudadano rebelde y contestatario, en abierta confrontación precisamente contra la dominación imperialista, que prevaleció en lo albores del siglo XX.

En el ámbito intelectual y con ciertos rasgos arielistas, las páginas de “El Cable” recogen un verdadero derroche de nacionalismo. Para julio de 1921, la Barahona Company pretendió apoderarse de las aguas del valle de San Juan de la Maguana, ocasión en la que el indicado medio advirtió: “El Gobierno Militar no puede otorgar concesiones sobre los ríos San Juan, Mijo, Yaque del Sur, Las Cuevas, de esta común, porque no son propiedad nacional. Pertenecen a los propietarios ribereños para el uso amplio, libre, de irrigar sus tierras. La Barahona Company no es propietaria ribereña, sino en la provincia de Barahona y el Gobierno Militar no ha podido legalmente (en la hipótesis de que pueda hacerlo) concederle permisos para irrigar, sino sobre las aguas que el Yaque del Sur arrastra por allí, como sobrantes del uso de los propietarios de los predios superiores y sin perjuicio de los demás propietarios de aquellas ribereñas… Resulta absurdo inconcebible suponer que estos hermosos ríos, por el hecho de ser tributarios del Yaque, son el Yaque mismo. Resulta un dislate geográfico y jurídico, que no tiene calificación, suponer que una concesión otorgada a la Barahona Company para usar de las aguas del Yaque en la provincia de Barahona pueda invalidar el derecho natural que tiene el habitante de esta común a usar las aguas de los ríos San Juan, Mijo, Yaque, Río en Medio o Las Cuevas”. (Año I, núm. 18, 11 de junio de 1921; Pág. 162).

Entre los “tesoros ocultos del periódico” que ahora afloran, como informaciones valiosas, figuran Esteban Mesa, Leovigildo Cuello, Emilio de los Santos  y Víctor Garrido Puello, como nuestros primeros jurisconsultos. El señor Pedro J. Heyaime, como promotor cinematográfico desde el antiguo Teatro Anacaona hasta el emblemático Cine Antonieta. El doctor Alejandro Cabral, pionero de la medicina sanjuanera, desde su clínica fundada en 1924. El edificio de la “Casa Michelen Hermanos”, primer Centro Comercial de concreto armado, construido en 1929, que aún permanece en condiciones óptimas en la intercepción formada por las calles Colón y Trinitaria frente al antiguo Mercado Público.

Imaginamos que años después de aquellas jornadas, Badin Garrido, en tanto miembro de la Academia Dominicana de la Historia, recordaría la edición de “El Cable”, fechada en febrero de 1925 en las que se reportaba que el señor Domingo Rodríguez, había puesto “a funcionar en un sitio cercano al centro urbano una rueda hidráulica que destinará a usos industriales. La fuerza que desarrolle dicha rueda, hasta ahora, se empleará en mover una descascadora de arroz y una fábrica de hielo… La fábrica tiene capacidad para producir 20 quintales de hielo diario(…) El señor Rodríguez ha regalado al público todo el hielo que hasta ahora ha producido. Este en un paso de progreso que nos enorgullece informar”. (El Cable, Volumen CLIX, AGN; Págs.48 y 50).

Para 1930, la circulación de “El Cable”, resultaba difícil dada la intolerancia del régimen instaurado. Sus últimos números recogen denuncias y protestas contra la dictadura que ya se cernía sobre los destinos nacionales. Subrayamos, la agudeza del análisis político de columnistas como Otilio Méndez, quien desde el bisemanario comentado dejó establecido para la posteridad que el movimiento cívico de febrero de 1930 había sido instrumentalizado por la corriente reaccionaria que sustentaba la candidatura presidencial de Rafael Leónidas Trujillo.

“Frente a la presión oficial y las amenazas militares, le dije adiós al periodismo, vestí de luto mi pluma y enterré El Cable. Con mi periódico murió no sólo un órgano caracterizado y honesto de la opinión pública, sino el único esfuerzo serio que se había hecho a favor del periodismo sureño. Preferí eliminarlo a transigir con la dictadura y convertirlo en historión al servicio del mal”, confesaría, ya en el ocaso de su fecundo ciclo biológico, el director del mencionado periódico, al divulgar sus memorias “En el camino de la historia”. (Ver: “Perlas de la Pluma de los Garrido”. Pág. 128, Volumen LXXXIII; Archivo General de la Nación. Edgar Valenzuela, Editor).

Bienvenida sea la reliquia documental que constituye la colección de “El Cable”, para beneplácito y utilidad de los investigadores. En este sentido, interpretamos que ya es hora de que la colectividad sanjuanera rinda merecido tributo a Badin Garrido Puello, profesor, periodista, ensayista, historiador y patriota insobornable.

Por un azar del destino hasta nosotros ha llegado un ejemplar de “El Cristo de Velásquez”, conocido poema de Miguel de Unamuno, en cuyo interior figura un sello diagonal con la leyenda “Biblioteca de E. O. Garrido Puello”. El hallazgo resulta obvio…

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