SERGIO SARITA VALDEZ
Grata fue la experiencia y alto el honor que me fue otorgado por el recio historiador contemporáneo dominicano Juan Daniel Balcácer, cuando me solicitó hacer la interpretación forense del certificado de defunción correspondiente a quien en vida respondiera al nombre de Rafael Leónidas Trujillo Molina, realizado por el doctor Francisco González Cruz, General de Brigada médico, director del Cuerpo Médico y Sanidad Militar que al amanecer del 31 de mayo de 1961 examinó el cadáver del «Generalísimo Trujillo».
Cuarenta y dos meses de labor intelectual recopilando, organizando, doble chequeando y analizando alrededor de trescientos documentos que incluyen libros, revistas, periódicos, archivos, recursos audiovisuales y entrevistas, para dentro de ese período de tiempo redactar un texto, representan un corto tiempo, si se tiene en cuenta que se trata de una labor titánica, solamente capaz de realizarla una persona muy motivada y armada con una voluntad férrea, a fin de no desmayar o desertar ante la cadena de obstáculos que suelen presentarse cuando se emprende una tarea de semejante envergadura.
Sin temor a equivocarnos, podemos reafirmar que realmente valió la pena el esfuerzo ya que el libro Trujillo El Tiranicidio del 1961 constituye una obra que con solamente 540 páginas adquiere la magia embrujando al lector en una narrativa histórica que le ambienta a vuelo de pájaro en lo que fueron 31 años de oprobio y tiranía, la llamada Era de Trujillo, asentándose con lujo de detalles en los preparativos y la eliminación física del sátrapa, así como en los trágicos meses subsiguientes que vivieron actores y familiares de aquella gesta heroica.
Uno experimenta momentos de dolor, tristeza, ansiedad, impotencia, frustración, anhelos, esperanza, orgullo y un hondo respeto y admiración por cada uno de los héroes y mártires de aquella acción cargada de coraje, valor y decisión que decapitó la brutal dictadura que nos oprimió por más de tres largas décadas. Gracias al arte en la narrativa escrita y a la coherencia cronológica del autor puede el lector seguirle el rastro, cual sabueso, y sin perderse en el espacio, a tantos participantes que cual músicos de una orquesta sinfónica interpretaron una marcha fúnebre a ritmo de fuego y sangre la noche del martes 30 de mayo de 1961. La ejecución de dicha epopeya se llevó a cabo en la entonces avenida George Washington, en la cercanía de la Feria Ganadera de Santo Domingo.
En el nuevo libro de Balcácer se reivindica y se coloca en un lugar histórico más acorde con la realidad la figura del Mayor General José René Román Fernández, cruelmente torturado y vilmente asesinado, quien luego de muerto ha sido calumniado, vilipendiado y acusado de doble traición por trujillistas y también por parte de algunos opositores.
La persona de Joaquín Balaguer, a la sazón presidente de la República al momento de producirse el ajusticiamiento de Trujillo, se hace sentir con algunos certeros comentarios del historiador. Veamos algunos fragmentos que retratan la conducta del doctor Balaguer meses después de fallecido su antiguo jefe: «Balaguer, por su parte, haciendo gala de sus dotes de diestro malabarista político, se esforzaba por salir indemne de la tempestad política que había desencadenado la abrupta desaparición de Trujillo, aspirando, por supuesto, a continuar gobernando el país en medio de aquellos tiempos turbulentos que le obligaron a maniobrar con singular sutileza y maestría hasta el punto de que gradualmente se vio compelido a complacer algunas de las peticiones que habían devenido una suerte de anhelo colectivo».
Más adelante nos dice Juan Daniel: «En realidad, el advenimiento al poder de Balaguer significó un severo revés para la democracia dominicana, entonces en embrión, en razón de que tan pronto se ciñó la banda presidencial procedió a conformar el grupo cívico-militar que le sirvió de sustentación para su proyecto político. Para ello escogió a cuadros medios formados en la escuela trujillista de ideologización, al tiempo que creó un nuevo grupo militar integrado tanto por oficiales de <<la vieja guardia>> como por otros procedentes del denominado grupo o clan de San Cristóbal. A partir de 1966 el camino para el continuismo político quedó allanado y Balaguer, quien permaneció por espacio de doce años dirigiendo los destinos nacionales, confrontó pocos obstáculos para instaurar un sistema de gobierno que, según algunos especialistas y estudiosos del pasado dominicano, constituyó una especie de extensión del esquema despótico trujillista, impregnándole al Estado un carácter bonapartista que se manifestó fundamentalmente a través de un centralismo ultra conservador con las Fuerzas Armadas como instrumento de control y represión sobre la sociedad en su conjunto».
Trujillo El Tiranicidio de 1961 habrá de convertirse en una referencia obligatoria para estudiante e investigadores serios que se propongan conocer de un modo razonado y claro la maraña de actos y participantes en el hecho histórico dominicano del 30 de mayo de 1961. El país está en deuda con Juan Daniel Balcácer por este nuevo y valiosísimo aporte a la historia nacional.