El café  no volverá a lo
que era  hace 29 años  

El café  no volverá a lo<BR> que era  hace 29 años  

En la loma, en el llano y en  la ciudad, millones de personas se toman “un jarrito” o una tasa de café para iniciar el día. Para los dominicanos ese sorbo del negrito es como el pan nuestro de cada día.

El café,  que por muchos años fue “la espina dorsal de la economía del país”, junto al cacao, el azúcar y el tabaco, ha vuelto a repuntar con la mejoría de los precios en el mercado internacional. Eso ha empujado a los productores y a las autoridades a mejorar la calidad del grano que Ted Lingle describe como “el secreto mejor guardado”, los cafés especiales dominicanos. Pese a que muchos cafetales se han convertido en pastizales y fincas de frutas (mango, aguacate y otros), en el país hay 2.1 millones de tareas sembradas de café. Después de la crisis de la caficultura en los años 70, la clave de su mejoría  ha sido la disponibilidad de financiamiento, la entrega de plantas donadas a los productores, el fomento de los cafés especiales  y orgánicos, así como la participación del café dominicano en ferias internacionales, de acuerdo a datos del Consejo Dominicano del Café (CODOCAFE),  entidad    pública, autónoma y descentralizada del Estado, especializada en el diseño,  planificación y  ejecución de la política cafetalera nacional.

Inversiones en café

En  los últimos cuatro años (2005-2008) en  el país se ha  trabajado en la mejora de la productividad de las plantaciones de café. En esa dirección se han puesto en ejecución acciones que incluyen la entrega  de créditos de mantenimiento y rehabilitación de plantaciones, a través del CODOCAFE que ha invertido RD$185 millones. También dice que se han distribuido 22 millones de plantas de café  gratis en apoyo a proyectos de fomento, mantenimiento  y rehabilitación  de cafetales. Además, el secretario de Agricultura,  Salvador   Jiménez, anunció  la ejecución de un  proyecto para    recuperar la producción de café en la  provincia Espaillat, con una inversión de RD$120 millones.

Perspectivas del café

La producción de café puede mantenerse en los niveles en que se encuentra y podría haber un ligero crecimiento, por los precios internacionales de los cafés especiales.  Ya no se pueden esperar altas producciones del grano aquí como dos décadas atrás. “Todos pusimos muchas esperanzas en el CODOCAFE como organismo especializado para dar servicios a la caficultura, pero  por el deterioro de las plantaciones el esfuerzo que ha hecho no ha sido suficiente para revertir la situación”, sostiene el agrónomo Eusebio Guzmán, productor y profesional de café de larga data.

Producción y consumo

El   país es un alto consumidor de café  y todavía mucha gente en el campo halla su sustento en la caficultura y, además, algunas zonas de montañas que preservan su ecología por la presencia de este noble arbusto que aparte de que el grano produce una exquisita bebida, le hace un aporte importante a la economía y al ambiente con la cubierta vegetal.   La producción nacional de café  es cerca de  600 mil quintales, de los que se consumen unos 500 mil y se exportan  100 mil quintales. Para este año cafetero se espera superar esa cantidad. Hace 15 ó 20 años se exportaban 700 mil a 800 mil quintales. Entre 1975 y 1977, la generación de divisas del café estaba sobre los US$240 millones y ahora es de unos US$15 millones. Es muy difícil, por mucho esfuerzo que se  haga, que los productores que dejaron el café   regresen a un cultivo en el que quebraron por vender por debajo del costo de producción.   La mayoría de los dueños de cafetales que queda son pequeños, muchos de los cuales están vinculados a asociaciones, a través de las cuales logran acceder a créditos de CODOCAFE para mantener sus plantaciones. 

La cifra

185 millones de pesos. Es la inversión que ha hecho el CODOCAFE en acciones que incluyen la entrega de crédito a los productores para mantenimiento y rehabilitación de sus plantaciones en los últimos cuatro años.

Antecedentes

La industria de la producción de café del país tuvo su bonanza, cuando los precios llegaron a US$300 el quintal, pero entró en crisis a partir de la década de 1970, cuando los precios se deprimieron (1975) y que  bajaron a  US$40 y US$50 el quintal de café  y entonces el Gobierno tomó   la fatal decisión de ponerle un impuesto que castró el poco estímulo que le quedaba a  los productores   (1975-1989),  matando “la gallina de los huevos de oro”, o sea, la producción cafetalera local.

Esos precios se mantuvieron hasta mediados de la década del 1990, y en el 96 se inició un decrecimiento en la producción que se combinó con el alza en los costos, lo que provocó el abandono masivo de las fincas de café que llevó a muchas plantaciones a la desaparición. Cuando se abandona un cultivo como el café, que es un arbusto, las malezas se van imponiendo hasta que secan las plantas y desaparecen. En las últimas dos décadas ha primado la desaparición de los grandes predios de café en todo el país.

En la cordillera Septentrional ha desaparecido el 85% de las plantaciones de café, la que en la década de 1970 aportaba el 50% de la producción del grano del país (comenzando en la provincia María Trinidad Sánchez, en el Nordeste, y terminando en Monte Cristi). Igualmente, ha pasado al otro extremo de la isla, en las sierras de Neiba y de Baoruco, así como de Barahona, ha desaparecido un 60% del café. No ocurre lo mismo en la cordillera Central, que es donde se preserva “la gran producción cafetalera del país”, ya que allí está concentrado el 85% de lo que queda del café aquí, ocupando las zonas de las provincias de La Vega, Santiago y Santiago Rodríguez, así como Restauración, en Dajabón. En la década de 1980, el país exportaba entre 700 mil y 800 mil quintales de café, de una producción aproximada a 1.2 y 1.3 millones de quintales.

Hoy el país a penas produce para abastecer el consumo local y un poco más para exportar.  Detrás de la desaparición del café, se va todo el bosque y se pierde la vegetación, que es lo que ha ocurrido en gran parte de las grandes plantaciones cafetaleras del país. Otro ingrediente que ha contribuido a la desaparición del café de algunas zonas es la dificultad para conseguir mano de obra, que ha obligado a los productores a contratar a  haitianos que generalmente dañan las plantas, al coger los granos de café de manera inadecuada (rompen las ramas, lo que se refleja en la cosecha siguiente) y las dificultades de comunicación por el idioma. La mano de obra dominicana emigró a  las ciudades.

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