He leído con deleite, mezclado con nostalgia, el artículo “Mi héroe anónimo”, en la columna “En Directo” que José Luis Taveras suscribió el jueves 24 de agosto recién transcurrido, en la página 18 del Diario Libre.
En primer lugar, llamó mi atención el término /héroe/, sustantivo, modificado por el adjetivo /anónimo/. Así, simplemente.
Por mi cabeza pasaron muchas cosas, algunas ideas: personajes, acciones, enfrentamientos, peligros, audacias etc.
Pero todo esto fue fugaz. Extendí la vista por el resto de la página, lleno de curiosidad y ¡oh, sorpresa! Me encontré con una gráfica, sin pie de grabado, que mostraba tres perros, dos marrones claros y uno negro.
La ilustración recogió parte de una persona, mitad inferior del cuerpo, que avanzaba hacia la esquina próxima.
Con la ilustración me cambió el panorama. El tema debía ser otro y así resultó.
En efecto, la publicación se inició con el siguiente encabezamiento: “Su grandeza habita justamente en su /insignificancia/”.
A partir de ahí poco faltaba ya. Y agrega de inmediato:
“Yo diría que es la mala hierba del mundo animal. Tan cotidiano y repetido que su compañía pasa más /inadvertida/ que su distancia”.
Por la otra parte, los versos de aquel callejero, letra y música del cantautor argentino Alberto Cortez, se inician de esta suerte:
Era /Callejero/ por derecho propio. /Su filosofía de la libertad, /fue ganar la suya sin atar a otro /y sobre los otros no pasar jamás/.
Es un hermoso decir, con figuras literarias apropiadas, que da inicio a un elogio excepcional para un simple animalito desperdigado, que me impactó desde el primer momento ese expediente emocional poema dedicado a un “viralata” cariñoso, que se atreve a transformar la soledad de esos amigos especiales.
Cuando alcancé conocer al singular Callejero, había tenido contacto con muchas letras de Alberto Cortez, musicalizadas. “A partir de mañana”, “Te llegará una rosa cada día”, “Cuando un amigo se va”, “Como el primer día”, ¡Qué maravilla, Goyo!…
A pesar de la gran calidad de las letras del autor por las creaciones que suelen convertirse en éxitos, tengo mayor inclinación por aquellos logros que demuestran las sensibilidad de componer canciones que destacan las virtudes de personas de clase sencilla, una de esas cualidades están expresadas entre piezas como la dedicada a su amigo Goyo, que le enseñó a Alberto las primeras malas palabras y su éxito universal en memoria de ese pobre perro realengo.
En la próxima entrega se desenvolverán las inspiraciones especiales mencionadas y se ofrecerán las letras completas del notable “Callejero”.