Que más de un millón de dominicanos votara por el Partido Revolucionario Moderno constituye una fuerza que clama y busca un cambio, que se debe producir para que la gobernabilidad sea una realidad, sin que se produzcan constantes reclamos, protestas, demandas que complazcan y apacigüen a ciudadanos indignados por los abusos de poder y por cómo se aprieta el cerco para ahogar las libertades públicas, e impedir el ejercicio de los derechos, vivir sin temor y tener confianza y seguridad de que los Tribunales Superiores actuarán con apego a la Constitución y las leyes, sin obedecer consignas y ordenes partidarias.
Llegó la hora: aquí se imponen cambios independientemente de los resultados electorales, en obediencia al derecho popular de resultar beneficiario del porcentaje de poder que corresponde, aunque una contabilidad de los votos creada para la imposición política, permita que algunos piensen que el pueblo continuará sicológicamente secuestrado y adormecido, anestesiado.
En los peores momentos de la historia los ciudadanos indignados, los hartos de soportar los abusos de quienes ostentan una mayoría construida con base a triquiñuelas electorales y a fuegos fatuos denunciados por la compra de voluntades y el aprovechamiento de la miseria que provocan la compra-venta de votos, el abuso de autoridad y el uso del chernaje y el tigueraje armado, uniformado o no, para que el abusivo ejercicio de la imposición brille como oro de buena ley, aunque sólo se trate de un baño fugaz y engañoso.
Sumados los votos obtenidos por el Partido Revolucionario Moderno y los de quienes se abstuvieron de participar, tenemos un panorama ominoso, con una nublazón que permite predecir que la oposición, el descontento, el desinterés y la pérdida de la esperanza, constituyen una mayoría que merece respeto y atención.
Copar por medios ilícitos e inmorales, los poderes del Estado es un error grave, pensar que los ciudadanos uniformados actuarán siempre contra la Constitución y las leyes, en favor de la represión más despiadada, como borregos conducidos al matadero.
Este país no merece ni el gobierno que tiene, ni los congresistas que están ni los que vienen, ni muchos alcaldes, cuya gestión se limita a obtener ventajas personales y contribuir al clientelismo.
Cientos de miles de dominicanos votamos contra el continuismo al que aspiró el Presidente de la República y por un real cambio de gobierno.
Cientos de miles de dominicanos votamos por la reorganización de los Tribunales Superiores y la sustitución de los jueces, así como para cambiar la Junta Central Electoral.
La sólida mayoría que conforman los votos del PRM, sumados los votos de los abstencionistas y los de los desesperanzados, son una expresión del cambio que debemos producir, unidos bajo reclamos claros, precisos y bien dirigidos.