El camino a Samarra

El camino a Samarra

LEONARDO BOFF
Un soldado de la antigua Basora, en Mesopotamia, lleno de miedo, fue al rey y le dijo: «Mi Señor, sálvame, ayúdame a huir de aquí. Estaba en la plaza del mercado y encontré a la Muerte toda vestida de negro que me miró con una mirada mortal. Préstame tu caballo real para que pueda ir deprisa a Samarra que queda lejos de aquí. Temo por mi vida si me quedo en la ciudad». El rey le concedió el deseo.

Más tarde el rey encontró a la Muerte en la calle y le dijo: «Mi soldado estaba aterrorizado; me contó que te encontró y que tú lo mirabas de una forma extrañísima». «Oh no», respondió la Muerte, «mi mirada era sólo de asombro, pues me preguntaba cómo haría ese hombre para llegar a Samarra, que queda tan lejos de aquí, porque lo esperaba allí esta noche.»

 Esta historia es una parábola de la aceleración del crecimiento hecho a costa de la devastación de la naturaleza y de la exclusión de las grandes mayorías. Ese crecimiento nos está llevando a Samarra. En otras palabras: tenemos poquísimo tiempo a nuestra disposición para entender el caos en el sistema Tierra y tomar las medidas necesarias antes de que se desencadenen consecuencias irreversibles. Sabemos que ya no podemos evitar el calentamiento planetario; sólo podemos impedir que sea catastrófico. A nivel de los gobiernos no se está haciendo nada realmente significativo que responda a la gravedad del desafío. Muchos creen en la capacidad mágica de la tecno-ciencia: en el momento decisivo ella sería capaz de subsanar los efectos destructivos. Pero la cosa no es exactamente así. Hay daños que una vez ocurridos desencadenan un efecto avalancha.

La naturaleza en el campo fisicoquímico e incluso las enfermedades humanas nos sirven de ejemplo. Una vez desencadenada, ya no se puede bloquear una explosión nuclear. Rotos los diques de Nueva Orleans en Estados Unidos, ya no es posible frenar la invasión del mar. En la mayoría de las enfermedades humanas ocurre la misma lógica: el abuso del alcohol y del tabaco, el exceso en la alimentación y la vida sedentaria empiezan al principio produciendo efectos sin mayor significado. Pero lentamente el organismo va acumulando modificaciones, primero funcionales, después orgánicas y, finalmente, a un cierto nivel, surge una enfermedad que ya no es reversible.

Es lo que está ocurriendo con la Tierra. La «colonia» humana en relación al organismo Tierra se está comportando como un grupo de células que, en un momento dado, comienza a replicarse caóticamente, a invadir los tejidos circundantes, a producir sustancias tóxicas que acaban por envenenar todo el organismo. Nosotros hemos hecho eso, al ocupar el 83% del planeta.

El sistema económico y productivo se ha desarrollado desde hace ya tres siglos sin tener en cuenta su compatibilidad con el sistema ecológico. Hoy nos damos cuenta de que la ecología y el modo industrial de producción  que implica el saqueo desertificante de la naturaleza  son contradictorios.

O cambiamos o llegaremos a Samarra, donde nos espera algo siniestro.

La Tierra como un todo es la frontera. Ella pone en crisis los actuales modos de producción, que sacrifican el capital natural, y las formaciones sociales construidas sobre el consumismo, el desperdicio, el mal trato de los residuos y la exclusión social. Tres problemas básicos nos afligen: la alimentación  que incluye el agua potable, las fuentes de energía y la sobrepoblación. Para cada uno de estos problemas no tenemos soluciones globales a la vista. Y el tiempo del reloj corre en contra de nosotros.

Es un momento de crisis colectiva que nos obliga a pensar, a madurar y a tomar decisiones de vida o de muerte.

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