El camino de primera dama a vicepresidenta de Nicaragua

El camino de primera dama a vicepresidenta de Nicaragua

Nicaragua.— En las vallas publicitarias rosas y brillantes que atraviesan la capital de Nicaragua, el presidente Daniel Ortega luce triunfal de cara a las elecciones del domingo, cuando su victoria está asegurada.

Pero casi nunca aparece solo en los anuncios: junto a Ortega está el rostro sonriente de la primera dama, vocera y compañera de fórmula, Rosario Murillo.

«Esa mujer es la que manda en el país, es poderosa», dice el vendedor de fruta Roberto Mayorga. «Si se muere el hombre, ahí está ella. Ha sido su sombra, no hay quien la mueva de ser la próxima (presidenta)».

Murillo ha asumido una gran responsabilidad durante la última década que su marido ha gobernado. Se ha dicho que encabeza las reuniones del gabinete y muchos nicaragüenses le atribuyen programas sociales que han permitido que el Partido Sandinista mantenga altos índices de popularidad.

Es muy querida entre nicaragüenses pobres y sandinistas, por lo que Murillo constantemente tiene niveles de aprobación de un 70%. Pero al mismo tiempo, es despreciada por la oposición, que ve su candidatura como un paso más en los intentos de Ortega —de 70 años— por mantener el poder en un país con una larga y desagradable historia de dinastías familiares.

«Ella ya ha estado involucrada en las principales decisiones que afectan al país y ha aconsejado al presidente, así que ahora sólo está tratando de conseguir un título apropiado para esa función», dice Michael Allison, académico de ciencias políticas de la Universidad de Scranton.

«Parece que los Ortega realmente están intentando incrementar el control familiar sobre la vida política, económica y social de Nicaragua», agregó. «Así que ésta sería una manera de garantizar que el control de la familia sobre el país continuará independientemente de lo que suceda con él».

Murillo, de 65 años, nació en Managua en 1951, y obtuvo diplomas en inglés y francés mientras estudió en Gran Bretaña y Suiza. En los años 70 empezó a publicar poesía, trabajó en un periódico y cofundó un grupo opositor a la dictadura de Anastasio Somoza. Conoció a Ortega durante la revolución y se enamoraron en el exilio. Volvió a casa cuando Somoza fue derrocado.

Durante los primeros gobiernos sandinistas, entre 1980 y 1990, fue una editora de cultura en un periódico, líder de la Asociación Sandinista de Trabajadores Culturales, abogada y encabezó el Instituto de Cultura del país.

Sin embargo, no fue sino hasta que Ortega volvió al poder, en 2007, que el verdadero ascenso de Murillo comenzó.

Los anuncios públicos del gobierno generalmente son encabezados por ella. Murillo ha representado a su marido en viajes diplomáticos y misiones comerciales. También fue quien estuvo al tanto de la instalación de los «árboles de la vida», gigantescas estructuras metálicas que están en la capital y han sido parte de una campaña que sus oponentes han criticado a pesar de los elogios de algunos residentes.

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