El camino propio

<p>El camino propio</p>

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
La expansión imperial que prohijó el presidente norteamericano Theodore Roosevelt al final, no se convirtió en logros para la gloria del país o para la supremacía racial sino al contrario, sirvió para abrir un mercado global a las grandes corporaciones de Estados Unidos. La preocupación y esfuerzos de los grandes negocios no sólo dominaron las primeras décadas del siglo XX sino que presagiaron la globalización que caracterizó el final de la pasada centuria.

Así lo escribió Robert D. Johnston, profesor de historia de la universidad Yale, Estados Unidos, en un resumen del siglo XX publicado por la revista National Geographic bajo el título “Testigo del Siglo XX”, que me regaló Manuel Alvarez Cocco.

México es famosa por su consumo de maíz, su gran producción y por su alta estima nacional. El tratado de libre comercio entre Canadá-México y Estados Unidos contribuiría a la integración de esas naciones, pero parece que no ha sido así.

Esta semana numerosos productores de maíz mexicanos protestan por las importaciones masivas del grano desde Estados Unidos. La invasión de maíz norteamericano lleva a la quiebra a productores mexicanos.

Estados Unidos produce tanto maíz que ante voluminosos excedentes inventó las palomitas de maíz, luego votaron una ley de “ayuda” a países que producían sus propios aceites comestibles y quebraron las industrias locales.

Extrajeron un edulcorante del maíz y quebraron la industria azucarera de países que suplían el mercado norteamericano de dulces.

Ahora fabrican un combustible, a partir del maíz en la búsqueda de ser independientes de importaciones.

¡Excelente política! Proteger al productor nativo, subsidiarlo, crearle mercados internacionales mediante el uso de la fuerza militar y el financiamiento de renglones que ellos no producen debido al clima. ¡Muy bien! Mal hacemos nosotros que no tenemos políticas nacionales a corto, mediano y largo plazos.

Nos impusieron la producción de azúcar, café, tabaco y ron, hasta que hallaron sustitutos y crearon café descafeinado, edulcorantes artificiales para sustituir los azúcares, tabaco sin nicotina y aún nos compran el ron, porque es único y muy bueno. Juan Bosch denunció las leyes agrarias que impulsó el presidente Joaquín Balaguer como una celada para que el país disminuyera la producción en grandes fincas con economía de escala y convertirnos en productores de frutas, frutos, hortalizas y flores.

Era 1972 ó 73 (cito de memoria), según Bosch, en la distribución de la producción mundial a nosotros nos tocaban los renglones antes dichos. En los centros hegemónicos de poder político, económico y militar, se había decidido de esa manera. El tiempo le da la razón.

En 30 años no hemos creado políticas para iniciar negocios con el creciente mercado de frutas, vegetales, hortalizas, flores, artesanías, manualidades, dulces, licores, que podemos y sabemos fabricar.

El presidente Hipólito Mejía auspició los invernaderos pero el gobierno del presidente Leonel Fernández intentó satanizar el programa. Lo denunciaron como si fuera un pecado. Ahora dicen los funcionarios del gobierno que los invernaderos son buenos, productivos y beneficiosos, crean riqueza, empleos, divisas.

Ese camino fue abierto por Hipólito. No lo olvidemos. Continuarlo es inteligente y sano. Sin satanizaciones ni bajezas.

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