La desigualdad económica ha sido analizada en un monumental libro por el eminente economista francés Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI. Lo sorprendente es que la publicación alcanzara el puesto 16 de la lista de best-sellers del New York Times. Una hazaña extraordinaria para un tratado académico que no es un obra de literatura de ficción. El libro salió a finales del año pasado en idioma francés y ahora en primavera, en inglés. No se tiene conocimiento de cuándo saldrá la versión en español.
Se esté de acuerdo o no con Piketty, su proyecto es un prodigioso éxito de investigación. Le tomó – junto con otros académicos – 15 años recabando información estadísticas sobre la distribución de los ingresos y de las riquezas durante los tres últimos siglos en más de 20 países.
La información obtenida, le permitió realizar comparaciones geográficas e históricas sobre la distribución espacial y social de las desigualdades y su evolución en el tiempo. Piketty utiliza el corte estadístico del uno por ciento para estimar los porcentajes de la renta y período que controla este segmento de la población y sus conclusiones son contundentes.
Sin embargo, el epicentro de su tesis es que, el retorno de los capitales crece a un ritmo mayor que la tasa de crecimiento e ingresos de las economías analizadas. Describe un capitalismo esencialmente patrimonial, donde el crecimiento, la competencia y el progreso técnico no provocan espontáneamente la nivelación económica y donde el reparto de la riqueza está basado, fundamentalmente en las relaciones políticas de fuerzas y, la herencia por su parte es soporte esencial del privilegio.
Según Piketty, “el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles y arbitrarias, poniendo radicalmente en cuestión los valores meritocráticos en que se basan las sociedades democráticas”, y continúa diciendo “la reducción de las desigualdades en los países desarrollados desde principios del siglo XX hasta los años setenta fue producto de las guerras y las políticas públicas, al igual que, el incremento de la desigualdad desde los años setenta y ochenta, se deben en buena medida a los retrocesos políticos en materia fiscal y financiera, porque no existe, asegura, ningún nivelador natural o espontáneo”. Muchas personas lo sospechaban pero nadie lo había comprobado empíricamente.
Piketty con 43 años de edad, estudió matemáticas y economía. Con sólo 22 años, obtuvo su Ph.D. del London School of Economics, donde defendió su tesis titulada “La distribución de las riquezas”. Fue nombrado, a esa corta edad, profesor de MIT en Boston, donde fue miembro distinguido de esa prestigiosa Universidad.
Mucho antes de salir la versión en inglés, el libro ha suscitado un debate a ambos lados del Atlántico. Los más influyentes periódicos (The New York Times, The Wall Street Journal, The Guardian, The Economist y The New Yorker ) todas las semanas, debaten las conclusiones del estudio.
Supongo, que en las aulas universitarias contemporáneas, la obra de Piketty debe ser materia obligada de discusión, y creo que tiene asegurado el premio Nobel de Economía por su investigación.
De hecho, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con sede en París, y que se conoce también como el club de los países ricos – cuyos 34 miembros representan el 70% de las riquezas de este planeta – acaba de publicar un informe sobre la desigualdad, donde indica que, entre 1981 y 2012, el 1% de la población del mundo ha ido aumentando su cuota de beneficios globales en detrimento del 99% restante
La organización advierte, que en ese período en los Estados Unidos el 1% más pudiente duplicó su porción del pastel, del 8.2% al 19.3%. Los ingleses también han duplicado del 6.7% al 12.9% y Canadá, del 8.1% al 12.2%. La organización precisa que tomó los datos del estudio de Piketty.