El Canciller mediático

El Canciller mediático

La ausencia de fondo conduce al fortalecimiento de las formas. Seducidos por la idea de que todo se resuelve por la vía mediática, una parte importante de nuestra fauna política persigue disolver los niveles de impugnación ciudadana mediante artilugios e inversión en los medios de comunicación. En ese escenario, las complicidades de plumas juegan un “rol estelar” para revertir el impacto negativo de carreras imposibles de reconstruir.
Asesores y allegados de Vargas Maldonado entienden que su llegada al Ministerio de Relaciones Exteriores constituye la gran oportunidad para reparar los daños sufridos en su carrera política. Por eso, intentan confundir una masiva presencia en los medios como mecanismo de legitimación de una gestión eficiente. Tres referencias de cancillería, Eduardo Latorre, Hugo Tolentino y el arquitecto Navarro no necesitaron de cuantiosas inversiones porque tanto, las competencias intelectuales de los dos primeros, como el sentido de buen gestor del tercero, sí obtuvieron la validación ciudadana.
Lo del actual canciller es materia prima para el espanto. Básicamente, debido a que las razones de su designación no descansaron en su conocimiento del sector ni formación intelectual, sino como retribución a un acuerdo electoral que dañó su organización. Conscientes de lo afectado en la sociedad, se recurre a un intento de lustrar por medio de una “valoración” comunicacional su gestión, olvidando que hacia lo interno del Ministerio de Relaciones Exteriores las decisiones administrativas serán materia de análisis y escrutinio.
En los hechos, el afán de presentar la gestión de Vargas Maldonado como eficiente se diluyó cuando al inicio de su desempeño el tema de la veda de los productos nuestros en Haití “estaba resuelto”. Y no era cierto. Además, la postura irresponsable y de silencio cómplice respecto del caso venezolano refleja la falta de destreza del titular y jugar a una “prudencia” cuestionadora de los valores democráticos. Lo que resulta risible es el anuncio con bombos y platillos de cancillería, en afianzar nuestras relaciones con Turquía. Es decir, que cuando una parte importante de Europa reacciona ante los excesos del jefe de gobierno turco Recep Tayyip Erdogan, nuestro canciller “celebra” el inicio de relaciones y hasta nos comprometemos al aprendizaje del idioma. De paso, recomiendo que algún colaborador del Ministro de Relaciones Exteriores lea el trabajo Gorilas en la Política para que le transfiera a su jefe, lo que piensa John Carlin sobre el líder turco.
El papel resiste todo. Así se explica el intento de darle un barniz intelectual y académico al canciller Vargas Maldonado que, procurando su nueva etiqueta, un aluvión de notas de prensa invaden los medios respecto de la postura frente al secretario general de la OEA, su visita a una universidad estadounidense y contactos con funcionarios del Departamento de Estado. Primero, es que el despliegue publicitario en lo referente a la “admisión” de un error en el informe y colocación de la lista negra del país por el tema de derechos humanos no puede ser revertido por medio de notas de prensa sino vía un nuevo informe.

Finalmente, admito dos acciones que caracterizan la gestión “transformadora y moderna” del nuevo servicio exterior. En esencia, revelan las destrezas del titular para seleccionar un personal acorde con los tiempos. Tanto la Embajada de Panamá como el Consulado de Toronto representan en cuerpo y alma los criterios de Miguel Vargas Maldonado.

Intentará reconstruirse desde cancillería, pero será imposible.

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