El cangurismo dominicano

El cangurismo dominicano

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El proceso dominicano de desarrollo y de avance en todos los órdenes ha seguido una senda muy original y admirable, ya que desde 1961, cuando las libertades se desataron todo el mundo metió la mano en todos los aspectos de la vida, estableciendo peculiares formas de hacer las cosas de manera que el país ha avanzado como si fuera un canguro dando saltos en sus sabanas australianas.

Centenares de informes, análisis, estudios, seminarios, becas, intercambio de funcionarios, cursos de post grado, etc., fueron y son financiados por organismos internacionales empeñados en ayudar al país para organizarse y crecer pero con tan pocos resultados que todavía cuando llega un nuevo político o partido al poder se olvida de todo lo realizado anteriormente e inicia un nuevo proceso a su gusto, medida y propósitos.

Cada político, que hemos tenido al frente de los gobiernos desde 1966 ha llegado con sus ideas preconcebidas alimentados por un cuerpo de asesores, amigos, truhanes y políticos hasta de otras parcelas que meten su mano para modificar y cambiar todo lo que se había realizado en el pasado, de forma que se ajuste a las ambiciones y objetivos de los políticos hasta buscar perpetuarse en el poder como lo menos malo y lo más malo llevar la corrupción a niveles increíbles, que a principio del siglo XXI casi nos convirtieron en un narco estado.

Entonces el desarrollo de un país no se puede llevar a cabo bajo planes de largo plazo y con propósitos de nación en donde la continuidad de los proyectos desaparece. Se abandona lo que venía realizando el antecesor en el poder del reemplazante, que llega con bríos y sus ambiciones, para destruir lo que estaba bien y entronizar lo que se hacía mal y que se había eliminado. Todo el mundo recuerda hasta el 2000 lo satisfecho que estuvimos con el funcionamiento de las oficinas recaudadoras y de renovar y sacar licencias y pasaportes, por la limpieza y el orden existentes, hasta que en ese año, las huestes perredeístas arrabalizaron todo el proceso, aparecieron los buscones y tributarios, que como compañeritos de la base, necesitaban su forma de vida. El desorden, la suciedad y el caos se arraigaron, que transcurridos dos años del actual gobierno del PLD, es ahora cuando se respira el orden y la limpieza en las oficinas públicas.

Los esfuerzos que el presidente Fernández está realizando para insertarnos en el sendero de la modernidad, de la globalización y de la competitividad son loables, pero incomprendido como es natural por la oposición política. Esta ignora lo que se ha logrado al estabilizar y hacer crecer la economía a un índice superior al 11% y prefiere retorcerle el puñal del desastre eléctrico que padecemos. Ahí el orden, pagos justos y la racionalidad están ausentes del sector con poderosos intereses, que son un valladar en los planes del Presidente y de sus colaboradores, que a veces parecen sumisos a esos poderes y hasta podrían hacer fracasar la actual gestión presidencial.

Entonces el cangurismo surge en el sector público que algunas de sus instituciones se van adelantadas a las demás y las otras se sumergen en el abandono y la apatía aparte de la destrucción de la infraestructura física que debían servir como centro de operaciones para los planes gubernamentales como serían las buenas aulas, buenas salas de hospitales bien equipadas y una buena red de carreteras dando un servicio decente a los usuarios.

La cultura de dejar abandonado lo que estaba haciendo el Gobierno que se reemplaza, ha sido funesto para el país. Y para el propio Estado donde desaparece la continuidad, ya que los políticos, en los últimos 40 años, buscan satisfacer sus pasiones y ambiciones. No existe una maquinaria administrativa y burocrática que pueda ofrecer el servicio por el cual los contribuyentes son fiscalizados y exprimidos a conciencia por las oficinas recaudadoras, mientras no se ve de cómo ese empobrecimiento del contribuyente se traduce en mejoría de la calidad de vida.

El principal origen del cangurismo del desarrollo es que un Presidente llega al poder cargado de buenas intenciones y de ilusiones para hacer un buen gobierno, pero el equipo humano que lleva consigo, que son sus compañeros de partido, amigos de confianza y los que se agencia con las alianzas del momento, van con otros planes y propósitos. Ignoran los planes y directrices del Presidente, le aplican un paso de tortuga a esas directrices de un plan maestro que el presidente haya trazado para su gestión gubernativa. Los funcionarios establecen sus propios criterios de hacer negocios o de afianzar sus futuros políticos, en perjuicio de lo que deben hacer en el presente. El resultado es que se avanza a saltos y muchas veces se desperdician sumas millonarias de dinero, que una buena parte va a parar a fortunas privadas de esos “abnegados” servidores públicos.

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