El cántaro ¿eterno?

El cántaro ¿eterno?

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Desde siempre escucho las mismas quejas, reclamos para que se cubran las mismas carencias, promesas y falta de incumplimiento. Y uno se pregunta: ¿qué hay que hacer para resolver una serie de problemas pequeños, menudos, solubles?

¿Es que el mundo ya se conformó de un modo y va a seguir igual para siempre?

¿Es que la injusticia será el pan nuestro de cada día, por los siglos de los siglos?

Hay que insistir, hay que ser optimistas: el mundo se debe y se puede arreglar.

¿Qué falta, pues?

Faltan buena voluntad, honestidad, seriedad, cumplir la palabra empeñada, un compromiso con los pueblos, planes y programas claros, definidos, inteligentes, viables.

Entonces, si se sabe lo que falta ¿qué falta para resolver esas situaciones que afectan a los más?

Falta ¡ah, pero! ¿Falta más?

¡Qué pena!

¿Y qué más falta?

Faltan desprendimiento, cooperación, que todos jueguen dentro de las reglas de terreno, que todos cumplan con sus deberes y que haya una voluntad política capaz de dirigir sus acciones y las de la sociedad, en dirección correcta.

Pero eso no es tan difícil.

Sí lo es. Es tan difícil que hasta ahora no hemos pasado de tallo de lechosa aunque pensamos y decimos que somos sorbetes.

Hay una canción que no hemos sabido interpretar. Falta decidir si la música es para solistas o para una orquesta. Si el arreglo tiene las condiciones armónicas como para que concite la adhesión de la mayoría.

Además, faltan ensayos agotadores, largos, en busca de una ejecución adecuada, para que el discurso musical sea capaz de enamorar, ilusionar y poner a la mayoría, sino a todos, en disposición de seguirlo.

Falta, pues, una canción totalizante, abrazadora, que nos coloque a todos en igualdad de condiciones para continuar el camino, esta vez en la dirección correcta.

La masa está dispuesta a servir en el coro de esa canción que nos invite al progreso.

El pueblo espera que los instrumentos económicos, financieros, educativos, culturales, deportivos, comunitarios y todos los que sean precisos, funcionen con una dirección clara, lúcida, al interpretar la realidad actual y lo que debemos ser en el futuro.

Que la mayoría esté de acuerdo y la disidencia sea la de las mismas retrancas que ha tenido el progreso desde siempre, desde cuando los sectores más torpes y obtusos de la sociedad española y su brazo colonial impusieron las devastaciones de la costa norte de la isla.

Cualquier programa, plan, propuesta que abra los ojos del pueblo y contribuya a que vea la claridad del progreso al final del túnel en que hemos permitido que nos metan, siempre será objeto de los francotiradores. Esos francotiradores están en los lugares más inesperados. Muchos de ellos están dentro de las organizaciones llamadas progresistas y se da el caso de conservadores que son más progresistas de quienes se presentan como tales.

El límite del suelo es el amor a la Patria, tan olvidado, tan vilipendiado, tan colocado en un rincón por el oro de la corrupción y el brillo cegador del oropel que atrae a quienes revolotean alrededor de la luz como las mariposas.

Falta esa canción. Falta esa claridad de miras. Faltan decisiones reales, efectivas, profundas.

Falta, la canción de la igualdad de derechos, del cumplimiento de deberes, oportunidades de trabajo, educación, acceso a la salud en todos sus niveles, oportunidades de crédito para el desarrollo del comercio, de la industria, de la investigación.

Tenemos un cántaro lleno de injusticias, privilegios, abusos, intolerancia, entreguismo, ceguera, como si no supiésemos que “tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe”.

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