El caos como solución

El caos como solución

Rafael Acevedo

A no pocas personas les puede parecer una insensatez el propiciar una situación caótica para tratar de solucionar una situación que pareciera no tener salida.
Cualquiera que observe el crecimiento de nuestra economía, o el tránsito de Santo Domingo podría sospechar que alguien inteligente estaría permitiendo o desarrollando tácticas caóticas para mejorar la situación. Por ejemplo, el abandono de ciertas áreas críticas de control y vigilancia, como para que cada cual improvise las conductas que le parezca; acaso con la idea de que surjan espontáneamente novedosos, ingeniosos patrones, digamos, de conducción de parte de motociclistas y conductores de vehículos pesados y livianos, que pudieren mejorar el flujo vial.
No se trataría necesariamente de un experimento descabellado. Cuando la autoridad, esto es, el sistema normativo y de dirección y control vial (o de cualquier otro sistema de conducta socialmente normada); (las autoridades, repito) proceden conscientemente a abandonar la dirección y vigilancia del mismo, puede dar origen a soluciones en las cuales los planificadores y estudiosos jamás pensarían. Como crearse una emergencia generalizada que obligue a las numerosas entidades del sector tránsito y transporte a ponerse de acuerdo. Sería una innovadora estrategia de desarrollo institucional, que además de darles oficio a gentes preparadas acaso deseosas de aportar sus experticias, daría oportunidad al desenredo de problemas que no han tenido solución durante décadas.
Pero lo mejor habría de ser que: si una sociedad o un estado no tienen soluciones claras y funcionales para determinados problemas, soltar al “laissez faire”, al libre dejar hacer y dejar pasar, (bridge-and-dyna en inglés y brigandina en cibaeño), al medalaganario individualismo de sus pobladores (ciudadanos son otro tipo de habitantes).
Siendo esa la estratagema, y se sacan, temporalmente, de escena actores como los agentes de Digesett; esto permitiría, quizás, mejorar su imagen corporativa, ya que una “no-imagen” puede resultar, ocasionalmente, mejor que una “no-buena-imagen”; porque como facilitadores de la circulación no han exhibido mucho progreso en años. Limitar la intervención de los agentes solamente a cuando hay anomalías, ha sido un frustrado anhelo de conductores que piensan que las intersecciones donde se deja operar al semáforo sin la ayuda de agentes, las cosas funcionan mejor.
Sería una verdadera novedad tecnológico-científica que “el plan de abandono”, relativo o total, de ciertas áreas fuera monitoreado como parte de un estudio, cuyos resultados condujesen a verdaderas innovaciones en el mejoramiento de tránsito. Y si dicho estudio demostrase que muchas de las instituciones del tránsito y el transporte deben ser desleídas, dicho estudio sería aplaudido sonoramente por muchísimas gentes día a día sufren el desastre vial urbano-rural.

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