Podríamos llamar delincuencia sistémica a un tipo de acto reñido con la ley que no es producto de una conducta individual propiamente tal, sino consecuencia de una serie de elementos y circunstancias que impulsan a acciones difíciles de controlar.
Digamos que se trata de una especie de conducta refleja, que la situación apremiante del país y de cada cual, no tanto la “mentalidad dominicana”; como tampoco el carácter y hábitos individuales de los conductores.
Un conductor transita, por ejemplo, por una avenida de la Capital y se atraviesa de repente un motociclista que lo obliga a frenar violentamente y a iniciar una discusión con el motociclista, y se produce una violenta discusión, o un acto de violencia física.
De acuerdo a la ley, el agresor deberá pagar una multa, ir a la cárcel, u otra sanción. La víctima, en cambio, deberá resignarse, especialmente porque la imprudencia o violencia de su agresor se debió a su propia imprudencia en cuanto a manejar la situación. Esto es, ambos, de algún modo, reaccionaron imprudentemente.
Lo cierto es que ambos actores están actuando, en gran medida, bajo una gran presión ejercida por el desorden del tráfico urbano en Santo Domingo. Lo cual lleva a que sea prácticamente imposible para cualquier conductor no violar la ley.
Este tipo de violación es ubicuo y permanente, ya que el exceso de vehículos contrasta con la ausencia o deficiencia de vigilancia de la Digesett, en muchos lugares claves para el funcionamiento vial mínimamente aceptable.
Lo que a menudo obliga a pensar que se trata de un abandono de funciones o una retirada táctica; o que se preparan para un cambio total de estrategia.
Mientras tanto, reina el caos en muchos lugares. Y se lamenta uno del triste papel de esa entidad, especialmente porque ese abandono pareciera venir de niveles más altos de decisión, esto es, de las propias autoridades ministeriales y municipales, de quienes es la responsabilidad del asunto.
Mientras tanto, cada ciudadano, cada usuario de las vías públicas, transportado o de a pie, está obligado a buscárselas. Y si por casualidad es objeto de la acción punitiva de la ley, o es víctima o causante de un accidente o agresión, o de transgresiones a la ley, deberá sentarse a determinar los niveles de culpa y responsabilidad moral y legal que él (o ella) tiene frente a los hechos.
Y acaso concluir que no es culpable de sus propias violaciones y pecados; ni tampoco el otro que lo agredió; ni el agente que lo amonestó descortés o injustamente. Concluyendo que todos somos víctimas del sistema de desorden reinante.
Lo cual puede tranquilizar a cada cual respecto a sus faltas. Pero con la terrible consecuencia: que nadie tiene sentimiento de culpa, ni sentido de responsabilidad individual por el desastre colectivo. Ni siquiera las propias autoridades, quienes terminan culpando a la “mentalidad de los dominicanos”.
Y, desde luego, los dominicanos seguiremos sin ponernos de acuerdo con gobernantes y dirigentes; pero sin perder oportunidad de difamarlos y maldecir de ellos.
Cada cada usuario de las vías públicas está obligado a buscárselas
Exceso de vehículos contrasta con la poca vigilancia de la Digesett
Todos somos víctimas del sistema de desorden reinante