El capital del político

El capital del político

RAFAEL TORIBIO
Conforme a la legislación electoral vigente y la legitimidad democrática, cuando una persona es favorecida en unas elecciones nacionales con la mayoría absoluta de los votos, esa persona será quién asuma la Presidencia de la República. Los votos así obtenidos, además de concederle la victoria electoral, representan también el otorgamiento de una especie de capital político que deberá ser administrado de la manera más eficiente posible durante todo el período por quien fuera la persona electa.

La manera en que sea usado ese capital político proporcionará al gobernante apoyos y rechazos de la ciudadanía en general y de grupos de intereses en particular. Al final del mandato mantendrá ese capital, o sólo parte de él, lo que le permitirá continuar, volver o mantener vigencia y liderazgo en su parcela política y en toda la sociedad. Si el uso no fue el adecuado, porque las inversiones realizadas no fueron rentables, ahí puede terminar su carrera, o tener que realizar nuevos esfuerzos para lograr nuevamente el favor de los ciudadanos. Todo va a depender del capital político con que concluya su período de gobierno.

Durante su gestión tiene que saber administrar su capital político. Puede hacerlo en forma de inversión, normalmente pensada con rentabilidad a corto plazo, o de gasto, que bien puede ser una inversión rentable a largo plazo, favoreciendo fundamentalmente al país. Ante el costo de una decisión o acción, lo considerará como una inversión si piensa que aumenta su capital mediante la rentabilidad que pueda lograr en lo inmediato. Y la hará. Pero si asume que es un gasto, pensará entonces que estará perdiendo una parte de su capital original, y tratará de no hacerlo.

Según esto, todo político tratará de hacer con su capital muchas inversiones y muy pocos gastos. Pero sucede que en la gestión del Estado las inversiones del capital son riesgosas, y en vez de ganar siempre algunas veces se pierde. Por otro lado hay ocasiones en que las circunstancias le obligan a tener que usarlo para financiar lo que se consideran gastos. Así pues, no siempre las inversiones son seguras y muchas veces hay que utilizar el capital en renglones considerados como gastos.

Ejemplos recientes tenemos de un uso inadecuado del capital de los políticos. El más desastroso de todos fue el intento de reelección del ex Presidente Hipólito Mejía. Hizo una apuesta excesivamente riesgosa y perdió. Contrario a lo que las evidencias indicaban, apostó el capital que le quedaba al final de su período, y lo perdió. Ahora trata de recuperarlo, con serias dificultades para lograrlo.

Alguien que debe hacer un mejor uso de su capital político es nuestro actual Presidente de la República, sobre todo por la forma que lo está manejando en los últimos meses. Llega al poder con cerca del 60% de los votos, lo cual representa un capital político enorme. Pero lo está usando de manera poco rentable. Veamos algunos ejemplos.

Con la decisión de mantener el subsidio del gas al transporte público y privado pierde capital político ante sectores de la sociedad que esperaban que el subsidio se mantuviera solo para los hogares pobres, pero espera recuperarlo en el apoyo de los beneficiados. La «precisión» que hace el secretario Técnico de la Presidencia al otro día de que el gobierno solo asumirá el monto que viene subsidiando y que todo incremento superior al mismo se trasladará al precio del galón del gas, impide esta recuperación. Los potenciales beneficiarios no quedan conformes.

Una mala inversión de su capital político fue también haber tomado la decisión de aportar la suma de 25 millones de dólares a una empresa que construye un hospital privado en Santiago cuando en la misma provincia los hospitales públicos ofrecen un pésimo servicio de salud a los ciudadanos, precisamente por la falta de recursos. También lo fue concertar la reforma fiscal con solo una parte del empresariado y desconocer luego los acuerdos al introducir impuestos que no se habían acordado. Pero especialmente cuestionable es la inversión hecha al establecer un impuesto que será efectivo en el año 2009, recogiendo desde ahora el malestar, y teniendo que esperar cuatro años para recibir los ingresos.

Lo lamentable de todo esto no es sólo la mala inversión del capital otorgado por el pueblo en las urnas, con las frustraciones que esto conlleva, sino que lo que los políticos consideran normalmente como un gasto de su capital político representan las decisiones que tienen que ser tomadas para enfrentar los problemas fundamentales de la Nación. Un presupuesto mayor en educación, salud y seguridad social, por ejemplo, solo es rentable a mediano y largo plazo. Y lo peor sucede cuando ocurre que las «inversiones» son poco rentables y los «gastos» no se realizan porque sólo lo son a largo plazo.

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