Decía Mario Bunge, un conocido filósofo y metodólogo, que el Premio Nobel nunca se concedió por falsear hipótesis. Análogamente, el labrador no se limita a desmalezar sino que pone su mayor esfuerzo en cosechar algo comestible y vendible.
La verdad, el resultado, es el referente de cualquier ejercicio científico. En teología, lo importante no es tanto el método o el razonamiento lógico, sino la fe. Es confiar en quién no se ve, pero que produce resultados, milagros, que mueve montañas, como diría el presidente Danilo Medina, ahí está el carácter científico de Jesucristo.
Según el reportaje del HOY del lunes 3 de marzo pasado, el adicto siempre será adicto, pero puede controlar el hábito. Y comenzaba diciendo: Un adicto siempre será adicto. La adicción es una enfermedad crónica y progresiva igual que la hipertensión y la diabetes. Y los expertos consultados hablan de que existen varias fases para que el adicto pueda mejorar o controlar –como le llaman- su adicción, pero nunca consideran que pueda tener una solución.
La Biblia, sin embargo, es un libro de milagros y de verdades. Los milagros son la capacidad de producir una sanidad, quitar una enfermedad o una dolencia, simplemente por medio de una oración, por creer en Dios y en el Señor Jesucristo, como el único mediador entre Dios y los hombres. Desde el general Asirio Naaman, que tenía lepra, cuando el profeta Eliseo le recomendó que se zambullera siete veces en un río sucio, y cuando salió, quedó sano, hasta muchos endemoniados quedaron libres y sanos como María Magdalena, por la autoridad de Jehová, el Dios Padre y la del nombre de su hijo, Jesucristo.
Hace un tiempo, me invitaron a predicar en Montería, Colombia, en una campana evangelística de tres días. Y oré por una mujer que tenía una herida profunda, eso que le llaman nacío, en una pierna. Me invitaron al año siguiente, y esa persona cuando la volví a ver me mostró la pierna sanada. Cuando se ora en el nombre de Jesús, pueden haber milagros. Pero me impresionó que visité en una mañana la Fundación Soy Libre, compuesta por ex adictos a las drogas. Y pude comprobar cómo salieron de las drogas y hoy por la gracia de Dios, son libres. De modo que la fe en Jesús ciertamente sana a un enfermo, como dice Santiago 5:16: Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Jesucristo puede sanar a los adictos a las drogas, a los adictos a hombres o a mujeres; a los viciosos al alcohol, al internet o al juego, en fin, a todo aquel que tiene fe y dispone su corazón y su voluntad. Jesús es el camino, la verdad y la vida. Se trata de creer en Jesús, de corazón, cuando dijo y está en nuestra Constitución: Conocereis la verdad, y la verdad os hará libre. (Juan 8:32).