El carácter sagrado del domingo

El carácter sagrado del domingo

ROMA (ZENIT.org).- Ayudar a los cristianos a celebrar el domingo como un día especial es uno de los objetivos del Año de la Eucaristía que la Iglesia está celebrando. En su carta apostólica para este año, «Mane Nobiscum Domine», Juan Pablo II escribía: «Es de desear vivamente que en este año se haga un especial esfuerzo por redescubrir y vivir plenamente el Domingo como día del Señor y día de la Iglesia» (No. 23).

El Papa también invitaba a los sacerdotes durante este año especial, que terminará en octubre de 2005, a que presten mayor atención a la celebración de la misa dominical como un acontecimiento que une a toda la parroquia.

Durante su homilía del pasado 17 de octubre en la Misa que marcaba el comienzo de este especial año, el Pontífice observaba que en el domingo la Iglesia vive de modo especial el misterio de la Eucaristía. Además, a través de la celebración eucarística la comunidad cristiana está llamada a un mayor hermanamiento y servicio a los demás.

Al llamamiento del Santo Padre reforzando la importancia de la Misa dominical ha seguido un encuentro reciente de la Comisión Pontificia para América Latina, que tuvo lugar del 18 al 21 de enero. La comisión publicó una serie de recomendaciones pastorales sobre cómo mantener la Misa dominical como el distintivo característico de la vida cristiana.

Cuando el domingo pierde su especial significado, se ve absorbido en el concepto genérico de «fin de semana», observaba la comisión. Los cristianos, por el contrario, necesitan tener en mente que la Misa del domingo debería ser el corazón de su vida religiosa. La asistencia a la Misa dominical es también un medio importante para asegurar que la Iglesia mantiene su fervor misionero, que se refuerza a través del contacto regular con Jesús en la Eucaristía.

La comisión insistía en la necesidad de dignificar la celebración de la Eucaristía. Esto implica todo, desde los ornamentos utilizados por el sacerdote, pasando por la música empleada en la ceremonia, hasta la forma en que se organiza la liturgia. Esta dignidad se debe salvaguardar incluso en circunstancias con especiales dificultades, como prisiones, asilos de ancianos y hospitales.

EL DÍA DEL SEÑOR

Otra recomendación se refiere a la necesidad de una participación activa de todos en la celebración. Para asegurar esto, la comisión invita tanto a los sacerdotes como a los laicos a meditar en el significado de la Misa dominical como el momento central del Día del Señor.

La comisión animaba a los sacerdotes a que aumentaran su reverencia en la Misa, reflexionando con sus palabras y actos sobre el gran valor del misterio que celebran. También recomendaba que se dé un cuidado adecuado a la preparación de la homilía del domingo, basando su contenido en las Escrituras, la Tradición de la Iglesia y el Magisterio.

Para quienes participan de algún modo en la celebración litúrgica como acólitos, lectores, ministros de la Eucaristía…, la comisión pide que se les dé una cuidadosa preparación en el papel que van a llevar a cabo.

Otra forma con la que la comunidad cristiana puede valorar mejor la Misa dominical es a través de una adecuada catequesis. La comisión pedía un esfuerzo creciente para comunicar el valor de la Misa. Parte de esto implica una mayor sensibilización en la conexión entre los sacramentos, por ejemplo, el bautismo, la confirmación y la Eucaristía. Asimismo, se sugiere una mayor participación en el sacramento de la reconciliación para asegurar una digna recepción de la comunión.

La comisión también observaba la importancia de asegurar que toda la familia participa unida en la Eucaristía del domingo. Relacionada con esto está la necesidad de enseñar dentro de la familia la importancia de la Eucaristía.

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