El cardenal, el embajador y la República

El cardenal, el embajador y la República

Millizen Uribe

Recientemente, el embajador de los Estados Unidos en el país, James W. Brewster, cuestionó la corrupción que permea diferentes estamentos de la sociedad dominicana.

De inmediato, algunas personas y sectores condenaron las declaraciones del diplomático por su carácter injerencista. Y es cierto. Históricamente la patria de Brewster ha tenido una doctrina de intervención política, económica y cultural.

Pero tampoco deja de ser verdad que el embajador estadounidense tiene razón. Su malestar obedece a que la corrupción afecta los empresarios estadounidenses.

Hoy por hoy, este lastre está presente en más de un sector de la vida dominicana. Y la corrupción también amenaza y atenta contra la soberanía.

Ignorando esto, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez decidió hacer lo que no hizo el gobierno dominicano y respondió al embajador. Mas con su respuesta, su “eminencia” deja ver el refajo.

La recomendación que hizo el prelado católico al diplomático de irse a ocupar de la casa, como esposa que es de un señor, evidencia su alto grado de machismo y homofobia. Según el cardenal, el que una persona sea la esposa en una relación la obliga a ocuparse de los asuntos domésticos e impide que pueda hacer uso de la palabra.

Esa idea está llena de sexismo y es altamente discriminatoria desde el punto de vista del género.
Las declaraciones de López Rodríguez reproducen esa visión patriarcal de que lo público está reservado al hombre y la esfera privada a la mujer. Asienta por igual la división sexual del trabajo en donde al hombre le toca lo productivo y a la mujer lo reproductivo.

Es lamentable uno de los más altos líderes de la Iglesia Católica piense de esta manera, debido a lo lesivo que es, para esta sociedad, que se imponga una cultura de discriminación y odio basado en el género e identidad sexual de las personas.

Para muestra un botón. Las altas tasas de feminicidios mucho tienen que ver con hombres que piensan igual que el Cardenal y matan las mujeres en su afán de negarse a reconocerles derechos.

El cardenal le da la razón al embajador, quien, en el mismo discurso que se quejó de la corrupción, también cuestionó la discriminación y desigualdad que hay en el país contra mujeres, pobres, personas con VIH/SIDA y la comunidad LGBT.

La República pendiente amerita de otros liderazgos religiosos. Unos que en vez de vivir de boche en boche se comuniquen de manera asertiva y respeten las diferencias. Liderazgos más parecidos al del Papa Francisco, quien respeta y tiene apertura.

Y si acaso el cardenal no quiere renunciar al odio o al coraje, que hable entonces con fuerza de los abusos a menores de edad por parte de sacerdotes, tema ante el cual el cardenal no se “alza” e indigna públicamente, sino que prefiere guardar total silencio.

Millizen Uribe

Millizen Uribe

Periodista. Editora del Periódico HOY Digital

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