EL CARIBE De orilla “a orilla”

EL CARIBE De orilla “a orilla”

A partir de los años 70-80, desde París, el Caribe me ha significado una interrogante investigativa, una atracción intelectual, fuera de todo referente exótico. Como francófona, recibimos las enseñanzas de Aimé Cèsaire, asociada a los cubanos: Lydia Cabrera y a Wilfredo Lam, y desde París, siendo esto el inicio de una conciencia caribeña temprana, madura y dominada por un pensamiento profundo.

Juminer de Guyane, de origen martiniqueño, advertía en sus tertulias que “El Caribe es inseparable del conjunto americano, es un ideal por alcanzar, al que estamos todos invitados”. Nos llamaba a leer, leer y leer, abriendo así nuestro compromiso con el Caribe, dejando siempre ventanas críticas y abiertas de un pensador a otro, sin que importe el origen.

En cada punto del Caribe, los intelectuales, artistas y escritores, desde la descolonización nutren sus obras con reflexiones que evidenciaban los elementos propios de una identidad, alejándose de todos los prejuicios y rebasando los pensamientos ortodoxos, tanto de “la negritud” como de la créolité , o de todo manifiesto que encierre límites y limitaciones sin olvidar ni dejar de lado el patrimonio heredado de un pensamiento abierto en evolución.
Diríamos que Cesairé nos dio un concepto país, y con Wilfredo Lam, y a través de la escritora Lydia Cabrera nos llegó la imagen.

Estas preposiciones nos permitieron “abrir los ojos” hacia todas las corrientes e ideas que pueden nutrir un lugar o espacio, tan intenso como el Caribe, que con los aportes de Roger Bastide, quien declaró: “Si la identidad es difícil de abarcar, de definir por su carácter multidimensional, por su dimensión, por su misma complicidad, debemos abordar el tema Caribe, con flexibilidad y conciencia de variaciones.

Otros fueron el poeta y psicoanalista haitiano, residente en Quebec, Joel Desrosiers, quien, complementa la idea, señalando: “Las fronteras son cada día más obsoletas”, y más adelante: “Es la obra de arte, la obra literaria, que nos permiten ir más allá, saltando todas “esas fronteras”.

Edouard Glissant, intelectual de Martinica, una de las estaturas mayores de la intelectualidad francófona, pensador universal del concepto de un “Todo Mundo”, en su poética de la “relación”, que nos permite ir más allá de la geografía y de la historia, así como de las ideologías…, ya que el arte y el escritor, son los receptores y los reflejos de toda una comunidad en movimiento.

De ese contacto con el mundo, dice Joèl Desrosiers, intelectual haitiano, nace el doble en exterioridad del mismo “ser en interioridad”, y añade “Es a partir de ahí en que aparecen las obras de arte y literatura, en la intensidad del proceso de la creación, que puede ser alimentada por la nostalgia del país perdido, frente al asombro del país encontrado”.
Existen variables y variaciones al salir del país de origen. Políticas, económicas y sociales, pero, salen también, como proyecto para romper los límites del muro nativo.

Es, en todos los caminos, una energía nueva y fecunda, para ir más allá de la “Isla”, y romper el miedo de la transversalidad y el enfrentamiento como bien lo define Sartre: “El imaginario permite que el “desarraigo “contribuya a la identidad, pues es una manera de conocer al otro, y entrar en su búsqueda”.

Nos parece interesante ver como de una a isla a otra de un continente a otro, las voces se unen se juntan para una sola idea, entrar en el concierto del mundo “Es la puesta en contacto de varias culturas, o por lo menos de varios elementos de culturas distintas, en un lugar del mundo, con un resultado nuevo e, imprevisible, en relación con la suma, o, sencillamente con la síntesis de estos elementos”. Con estas palabras Glissant, se dirigía en Cartagena de Indias a un público de estudiantes maravillados por la sublimación de tanta fuerza expresada.

La literatura del Caribe está hoy en el mundo, y es del mundo; los autores comparten las mismas preocupaciones desde New York, Madrid, París, Londres o Montreal, la pertenencia a una isla es un punto de partida, no una determinación. El escritor Dany Laferriére dice de él mismo “Soy un autor japonés”, refiriéndose que al leer la obra de Michiea fusionó totalmente con su mundo en una atracción de transformación, con esto queremos decir, que los creadores, sean literarios o visuales van hacia encuentros e imaginarios que surgen del mismo “camino al andar”.

Hoy día, las editoras internacionales saben perfectamente que los escritores del Caribe son una cuenca nutriente para la narrativa post-moderna. Leonardo Padura, cubano, es un ejemplo, en su obra “El hombre que amaba a los perros” demostró con arte y garbo su conocimiento profundo y matizado de la historia contemporánea de la post-guerra civil española, y de la complejidad de las figuras de Ramón Mercader, Stalin, y Trotsky, logrando hacerlo composición de “ciudadano del mundo”, a través de una escritura que enlaza la historia con los destinos. individuales.

Concluimos también, refiriéndonos a las grandes Bienales de Artes Internacionales que invitan a los artistas y creadores caribeños, no por su nacionalidad, sino más bien, por su propuesta, porque los curadores internacionales desde hace más de 40 años saben, que tanto el arte conceptual, como los performances, y las instalaciones, tienen una factura y un lenguaje perteneciente a la movida post-moderna universal.

Saludamos la memoria de los dominicanos Tony Capellán, Belkis Ramírez, Jorge Pineda, Pascal Meccarielo, Quisqueya Henríquez, Vicente Pimentel, Manuel Montilla, quienes desde la Isla movieron la imagen y la visibilidad en los años 70, s-90, del arte contemporáneo dominicano. Cruzaron el charco y se mediaron con los artistas de cada lugar que encontraron.

En el presente, esta dinámica de “orilla a orilla” existe y persiste, fuera de fronteras, solamente dirigida por imaginarios, tanto literarios como visuales, que no temen medirse a los desafíos del Siglo XXI, demostrando que definitivamente el Caribe, ya no es una geografía, una historia, una determinación política, es, ante todo, una forma de ser, de pensar, de vivir y de crear, bajo la complejidad de la diversidad cultural y humana.

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