El Caribe: pueblos e historia

El Caribe: pueblos e historia

Cuando Germán Arciniegas descubrió la región que lo llevó a escribir su poética Biografía del Caribe le ocurrió lo mismo que a Cristóbal Colón al llegar inesperadamente el 12 de octubre de 1842 a las costas de Guanahaní: quedó maravillado, y aunque en su obra el escritor colombiano presenta los efectos del terremoto social y económico provocado por el descubrimiento del Nuevo Mundo, no logra explicarse el panorama. “Las pasiones eran tales -señala, asombrado- que las guerras parecían religiosas y no de reyes de la tierra”.
El argentino Rodolfo Puiggrós habría de arrojar un poco de luz, cuando afirmó que en esa época “los conflictos entre las distintas clases sociales asumían las formas mistificadas de conflictos religiosos o raciales”. Pero José Martí, cuyo genio político lo indujo a hacer maravillas en su lucha por la libertad de Cuba, llama a las Antillas el “crucero del mundo”, y casi un siglo después, Juan Bosch, estudioso y actor destacado en los acontecimientos políticos ocurridos en el área durante la segunda mitad del siglo XX, la define como “frontera imperial”. Con sus expresiones tanto el cubano como el dominicano traducen una realidad palpitante que va más allá de los convencionales límites geográficos de una región, pues en el Caribe a raíz del segundo viaje del Almirante en noviembre de 1493, habían empezado a echarse las bases de lo que habría de convertir a la zona en una entidad cultural, social y política diferente a la que había sido hasta ese momento.
En realidad, no se trataba de epopeyas ni de novelas picarescas. Arciniegas, en su interpretación heroica de la Historia, no podía percibir entonces -ni lo percibió después – las fuerzas ocultas que con presión de catapulta se disparaban en los órdenes social y político en el seno de las naciones europeas de los siglos XV y XVI. Juan Bosch lo explica con estas palabras.
“Los conquistadores eran hombres torrenciales no debido a una herencia cultural sino porque eran hijos de su época, y su época correspondía a la del nacimiento del capitalismo o, para decirlo con más precisión era la época en que los hombres europeos, cualquiera que fuera su posición en la sociedad, acariciaban el sueño de hacerse ricos y sabían que podían convertir ese sueño en realidad porque ya su mundo no respondía a las fijaciones sociales del feudalismo”.
No hay duda de que el Caribe era y es una región singular por su riqueza enorme. Bosch ha llegado a afirmar que, dada la naturaleza privilegiada de sus suelos, capaces de dar desde el oro hasta la caña, sus países habrían sido porciones de una frontera imperial, aunque no se hubieran hallado en el lugar donde están porque los imperios habrían ido hasta ellos en busca de sus riquezas. Pero el juicio de Carlos Marx, según el cual era la esclavitud la que les había dado valor a las colonias (americanas) no contradice el de Bosch, sino que se complementan, pues el padre del materialismo histórico se refería a las colonias como lugares de explotación de las riquezas nativas, y para que éstas se generaran debían tener su base material en zonas propicias para la producción en gran escala, como fue el caso de las grandes plantaciones de caña de azúcar.
Con las Bahamas, El Salvador y Barbados se da una situación especial. A pesar de que Colón pisó por primera vez en Guanahani, una de las islas Bahamas, limitadas por las aguas del Caribe, razón por la cual geográficamente estarían llamadas a pertenecer al área, esos territorios no forman parte del Caribe ni histórica ni cultural ni económicamente. Sin embargo, a El Salvador, que no es tocado por las aguas del mar mencionado, sino por el Pacífico, situación que lo desvincularía de la zona caribe, debe considerársele entre los países de esta región por el hecho de estar relacionado en el orden político a ella, pues las naciones centroamericanas correspondían al Caribe desde el momento mismo en que a raíz del descubrimiento pasaron a ser territorios de la Corona española.
Es así como el cubano Manuel Moreno Fraginals, luego de señalar que “Las Antillas conforman un ecosistema singular, de comunes características climáticas, geológicas y, originalmente, flora y fauna semejantes”, pasa a llamar la atención hacia el hecho de que “A partir de la irrupción europea en América, la localización geográfica de las islas hizo de ellas la encrucijada normal de los caminos marineros al imperio español y, por ende, frontera imperial, como en acertada frase las denomina Juan Bosch”.

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