El carnaval

El carnaval

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Para mediados de febrero los tradicionales diablos cojuelos reparaban sus disfraces multicolores llenos de pequeños cascabeles que junto con el de la vejiga de toro golpeando el suelo, las paredes o las espaldas de los muchachos, conformaban el sonido característico de la venida de un diablo. La tradición la trajo España.

Era una competencia de campo y pista. El diablo que corría, el niño que escapaba y corría más allá de sus fuerzas. Se ocultaba en un zaguán, en la sala de una casa, traspasaba la puerta del patio hasta llegar acezante a un lugar donde guarecerse. ¡Había burlado al diablo, al mismísimo diablo! a ese Guarionex Aquino cuyas piernas debieron hoyar las arenas de estadios de campo y pista cuando esas disciplinas deportivas no se practicaban masivamente.

El carnaval embellecía los salones de los clubes, allí un derroche de disfraces superaba la imaginación de maridos y novios quienes no sabían cuál era su novia, su mujer, su madre, hasta llegada la hora de descubrir los rostros. Caretas afuera, y a burlarse de quienes no identificaron las damas.

El pueblo disfrutaba de la independencia, de la libertad, y lo hacía a través del carnaval, que es la única fiesta popular y masiva que oculta tras un disfraz las diferencias sociales, económicas o de cualquier índole.

El pueblo volvía al bullicio, al colorido, al goce musical y bailable del carnaval, para la fiesta de la Restauración. Ello, porque el pueblo sólo tenía esas dos fechas propias para disfrutar de la mayor conquista popular, la Independencia Nacional, reafirmada con la Restauración.

Era un niño cuando salí temprano, sin cepillarme los dientes, con un cuchillo filoso debajo de la camisa para hacer un corte a una rama de piñón para ver la sangre de Cristo y de la mata salió el mismo líquido lechoso de siempre.

Las tradiciones se opacan, cada día más gente va a las playas y disfruta del sol, la arena, las aguas y la natación en tiempos de Semana Santa.

Ya nadie cree que se va a convertir en pez si se baña en Viernes Santo.

Ya los niños no van a la escuela el Día de las Madres, con una flor roja en el ojal, por la madre viva y con una flor blanca quienes tienen la madre muerta.

Hace tiempo que muchos profesores perdieron el respeto que les tenían los alumnos a los maestros, porque aquellos sabían, sabían enseñar y eran líderes en sus cursos, en la escuela y en la comunidad.

Fabricar la propia chichigua: pendón de caña para el armazón cuyo cuadro se completaba con hilo o con gangorra, papel de vejiga de colores para forrar el pájaro, trozos de tela sacadas del cajón de costura de mamá y un bollo de hilo de gangorra, más o menos grueso, para elevarla hasta ver nuestra obra en el aire, iluminando el cielo con su multicolor presencia.

También se usaban cuchillas al final de la cola de la chichigua, para pelear con las otras que volaban airosas en la tarde bulliciosa de los chiquitos y no faltaba el artero que venía con un grano de ajo y lo frotaba sobre el hilo de gangorra que poco después, debilitado nadie indagó por cuál químico del ajo, se rompía.

 Allá va la chichigua en banda. !Allá va!

Para San Juan, el verano, las mariposas amarillas que inundaban las calles desde media mañana, en un vuelo errático que aprovechábamos los niños para matarlas con un haz de delgadas ramas, arrancadas de la parte baja de cualquier árbol o matojo.

La gente acudía a los ríos y a las playas a bañarse el día de San Juan, en una ceremonia pagana de despojo de la mala suerte.

Sigue el plan de borrarnos la memoria histórica.

Ahora nos quieren quitar la tradición de celebrar las Fiestas Patrias con el carnaval. ¡No lo permitamos!

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