El caso Javalera y la mar de incredulidades

El caso Javalera y la mar de incredulidades

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Los crímenes recientes en nuestro país presentan características nuevas. ¿La modernidad nos arropa?

¿O es la droga y las impunidades terribles y bien pagadas o forzadas?

El asunto es que no sabemos a quienes creerles y a quienes temer, si a policías y militares correctamente uniformados, o a viejos, jóvenes, adolescentes y niños que forman parte de una gran y novedosa familia de asaltantes dentro de una amplia gama delictiva.

¿Y de la Justicia, qué? A muchos, que no somos abogados, como mi caso, nos aterra el uso del nuevo Código Penal que, o no se ha estudiado bien o no se aplica bien. No voy a decir que no estemos a su altura, porque no somos peores personas que las de otros países. Ciertamente aquí se permiten más sinvergüencerías y la impunidad es algo como el calor tropical, que sube o baja un poco caprichosamente en invierno, primavera, otoño y verano, pero siempre está ahí presente. Entendamos: la famosa disciplina de los ejércitos prusianos (con muchos extranjeros) de Federico II El Grande, se debía a los implacables y terribles castigos que se aplicaban a quienes incurrían en alguna falta, así fuera mínima.

La efectividad de la policía en Estados Unidos está en la eficiencia de departamentos de Asuntos Internos que, a su vez, son vigilados cuidadosamente e igualmente protegidos. Además, quien mata a un policía está condenado a muerte. A fines de los años sesenta, en Nueva York, cerca de Times Square, ví que un policía, saltando sobre una caja de madera, disparó y abatió a un fugitivo que estaba mezclado con la muchedumbre. La gente que se arremolinó en torno al cadáver (eso era ya) se enteró de que ese era un asesino de policías y lo tomó con toda naturalidad. El único comentario fue: ¡Qué puntería!

Yo temo que las actuaciones judiciales nuestras desaliente a la policía.

¿Para qué arriesgar la vida apresando a delincuentes que luego serán puestos en libertad por manejos y triquiñuelas “legales”? ¿Así se trate de policías o militares?

El caso de Alfredo Javalera Ortiz, presentado por la prensa como violado, castrado y golpeado en un campo de San José de los Llanos por dos agentes policiales, por haberse negado a robar unas reses, ahora luce como un enigma.

Javalera había identificado a sus agresores, el sargento Casimiro Marte Tavárez y el raso Ricardo Medina Bueno, miembros de la Policía Nacional que fueron detenidos en prisión preventiva. Javalera Ortiz, de 27 años, denunció haber sido apaleado, violado, castrado y dejado por muerto en medio de un monte donde permaneció sin ingerir alimentos ni beber agua hasta ser encontrado a los 17 días, todo por haberse negado a robar reses de una finca para la cual trabajaba. Llevado al hospital Antonio Musa de San Pedro de Macorís, el personal hospitalario manifestó que “Nunca habíamos visto una persona con un mal olor tan fuerte y tantos gusanos, el hospital estaba inundado”. La dirección del hospital y el Comité Dominicano de Derechos Humanos pidieron protección policial para Javalera, pero se informa que uno de los policías responsables de la atrocidad aparecía por el hospital para amenazar a la víctima si hablaba la verdad. El hombre estaba, y ha de estar, aterrado. Luego de su denuncia contra Marte Tavárez y Medina Bueno, Javalera desiste de su querella, aduciendo que el hecho no ocurrió. Los anteriores testimonios obtenidos en el hospital acerca del espantoso estado de la víctima a su llegada, así como las declaraciones del director del centro, Guillermo Hernández, informando que la recuperación del jornalero era satisfactoria luego de extirparle un testículo, se perdieron en el aire.

Un médico legista certificó que Javalera no fue violado sexualmente ni castrado. Además la Fiscalía de San Pedro archivó el expediente… y resulta que el artículo 281 del Código Procesal Penal establece, en su último párrafo que, en todo caso, el archivo pone fin a cualquier medida de coerción contra el imputado. Así que la juez interina Daysi Miguelina Abréu dispuso la libertad de los dos agentes acusados.

Pero hay más.

Ahora se informa que el hecho no ocurrió.

Tenemos que concluir necesariamente de este modo: Javalera se internó en un monte para someterse a una tortura atroz. Se golpeó brutalmente, se violó, se machacó los genitales y se amarró al árbol para impedirse buscar agua y alimentos. Dejó que su cuerpo se pudiera y fuera pasto de gusanos.

Así estuvo hasta que lo encontraron, pero la nueva versión es que no estaba amarrado al árbol sino desnudo y descalzo bajo éste. Tampoco mostraba golpes.

Por lo visto el estado nauseabundo y espantoso en que llegó al hospital, fue resultado de una alucinación general y el tratamiento curativo y la operación de los genitales, también.

Estamos ahogándonos en un mar de incredulidades.

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