Kim Davis, una funcionaria del condado de Rowan en el Estado de Kentucky, fue apresada recientemente por haberse negado en las últimas semanas a emitir licencias de matrimonio para parejas homosexuales y lesbianas, amparándose en los principios cristianos que ella enarbola.
Es bueno saber que esta funcionaria llega a esa posición pública sobre la base de sus competencias profesionales, mediante una elección sustentada en unos términos de referencias que no incluían entre las funciones a realizar, el emitir licencias de matrimonio de personas del mismo sexo, con lo cual debemos afirmar que a Kim Davis la justicia de los Estados Unidos le ha cambiado las reglas del juego sobre las cuales ella ganó meritocráticamente esa posición, imponiéndole actividades que de conocerlas antes de ser elegida, ni siquiera se presenta al proceso de selección.
No es la primera ocasión en la historia que personas por sus principios prefieran ir a la cárcel antes que faltarle a su fe. Tal es el caso de los tres jóvenes judíos en la corte caldea babilónica: Misael, Azarías y Ananías cuando el poderoso rey Nabucodonosor levantó una imagen suya con el propósito de que sea adorada.
El rey había emitido un decreto mediante el cual se establecía que “al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música” todos los presentes debían postrarse y adorar la imagen del monarca.
Efectivamente, al transportar la estatua por la la ciudad, todos se postraron excepto los tres jóvenes judíos cuyos nombres hebreos habían sido cambiados a los caldeos Sadrac, Mesac y Abednego, quienes a su vez fueron condenados a morir en el horno de fuego reservado para aquellos que “transgredieran” el referido edicto real.
El nombre de la señora Kim Davis quedará en la memoria de las presentes y futuras generaciones como referente de apego a los principios que nos definen, aunque esto implique ser víctima de leyes injustas e inmorales.