El caso Malkún-Baninter

El caso Malkún-Baninter

JUAN ML. TAVERAS
No sé, carísimo lector, de qué bando está usted cuando lee en los periódicos, escucha y ve en radio y televisión las noticias en torno al extraño caso Malkún-Baninter. Yo, al menos hoy, no tengo bando.

Antes, apoyado en el débil bastón de la ignorancia, me dejaba guiar, como nos ocurre a millones y millones de parias sociales, por las crónicas, a veces interesadas de medios de comunicación y en esa dirección parecía relativamente fácil entender que al momento de la famosa quiebra del Banco Intercontinental, Malkún, como gobernador del Banco Central, era la espada de la ley y Baninter chocó con su filo desvainado siendo abatido sin remedio.

Yo creía, en consecuencia, que la gente de Baninter eran más que culpables del más grande desastre bancario, relativamente hablando, de todos los tiempos. Yo pensaba que si la justicia inglesa había condenado a muerte a un niño de ocho años por haberse apropiado indebidamente del equivalente a 30 centavos, lo que aquí pasaría con la gente de Baninter no tendría parangón.

En el pasado, pues, yo tenía un bando. Ahora mi confusión sobrepasa mi escasa inteligencia y no sé si el culpable del desastre Baninter es Malkún por haberle suplido sangre a un moribundo o los funcionarios del desaparecido Banco.

La estrategia de los brillantes abogados del bando Baninter ha calado tan hondo que ahora se habla más de los errores de Malkún y de su posible condena que de la espectacular y cuestionada quiebra de Baninter.

El siempre productivo virus de la confusión gana cuerpo.

Las argucias legales alimentan promisoriamente la naturaleza morbosa que caracteriza al género humano y nos encaminamos, como ocurre casi siempre cuando se juzgan grandes crímenes, a sustituir al héroe verdadero por los clásicos antihéroes creados por la ficción y a conveniencia de partes interesadas.

“Los perros ladran, Sancho, señal de que andamos”.

Todo eso luce y es excitante. Pero la pregunta obligada sería ¿y en qué medida este extraño desafío afectará la credibilidad en la débil justicia dominicana? A mí, carísimo lector, solo me preocupa la justicia.

La percepción que tiene la gente en la calle es la de que los funcionarios de Baninter son los únicos culpables de su espectacular quiebra. Yo no me sumo, necesariamente a esa creencia, pero entiendo que el mensaje que llega al país cuando se trata de culpar a Malkún de todo ese espectacular desastre es altamente negativo para el porvenir judicial de la nación dominicana.

Ahora, en estos precisos momentos, en que todo el poder publico luce definitivamente empeñado en hacer frente a la delincuencia, venga de donde venga, la gente ve el caso Malkún-Baninter como un nuevo intento por hacer prevalecer el viejo esquema de la impunidad que siempre ha favorecido a los poderosos. Y este mensaje es altamente negativo, sobre todo para la juventud, cuya rebeldía innata la induce a apoyarse erróneamente en los malos ejemplos.

Todos los pueblos, incluyendo a los estadísticamente mejor educados, sienten una fascinación morbosa por los criminales. La creación de figuras místicas alejadas de la realidad y la continua idealización de esos mitos por los medios de comunicación, libros y películas, constituyen una preocupación constante para aquellos que tienen la responsabilidad de administrar y hacer cumplir la ley. Los inspectores de la policía de Inglaterra y Gales, cuando informaron en junio de 1962 de que el crimen y la delincuencia habían aumentado notablemente durante el año anterior, encontraron que el efecto de una propaganda anti-crimen objetiva y bien montada, “es disipada fácilmente por la fascinación con que son explotados el crimen y los criminales para la diversión del público”.

El intento de convertir en héroe a un criminal, sea por el camino que sea, conlleva el peligro de asociar las acciones de la justicia en la mente popular no contra la vergüenza y el deshonor, sino contra el orgullo y la gloria. Es preciso que a los ojos de todos, la virtud triunfe sobre el mal si es que realmente queremos una justicia confiable e incuestionable.

El caso Malkún-Baninter es un juego peligroso para la justicia dominicana, pues aunque se administre justicia de forma honesta e imparcial, y tanto Malkún como la otra parte sean razonablemente condenados por las faltas o fallas cometidas, las dudas ya sembradas nunca se disiparán y la tan deficiente justicia dominicana será aun más vilipendiada.

Mi intención al escribir este artículo no va a favor ni en contra de nadie. Nunca he hablado con Malkún y los abogados de los funcionarios de Baninter son parte de mi propia familia. Mi único interés al emitir mi opinión en relación a este caso es el saneamiento del orden institucional del país. Jesús nos conmina a buscar el reino de Dios y su justicia bajo la promesa de que todo lo demás vendrá por añadiduras. Yo sostengo que la máxima garantía de la convivencia pacifica se funda en la administración imparcial de la justicia. La única dictadura de la que soy partidario es la de la ley y porque soy un convencido de que todos los males dominicanos son consecuencia de la permisidad, la impunidad y el desprecio por la justicia, prometo luchar hasta mi último aliento para que en República Dominicana se imponga el imperio de la ley.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas