El caso Zapete. Robo de marca, imagen y honra

El caso Zapete. Robo de marca, imagen y honra

“De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama, más que la plata y el oro” (Proverbios, 22.1)

Según los mercadólogos la marca es el bien de mayor valor que posee una empresa. Una buena marca resiste mejor una crisis económica o una falla de producción o un desastre natural que el capital monetario de la firma y sus instalaciones industriales. Eso es mucho más verdadero en el caso de empresas que ofrecen servicios de información, investigación de mercado, consultoría e, incluso, la banca, cuya sensibilidad a los rumores falsos es mundialmente conocida.

Hace unos 10 años que Huchi Lora y yo acudimos a un abogado procurando sus servicios, para demandar a varios sicarios de la difamación de un programa matutino, en una emisora famosa por sus desaforados usos del derecho de libre información, con frecuencia al servicio de los peores intereses. Se atrevieron a decir  que habían visto el cheque millonario con el cual supuestamente me habían sobornado. Acudí a la radioemisora a defenderme, y al salir, uno de los difamadores se excusó tranquilamente, diciéndome que eso “no era personal”, que él, personalmente, nada tenía en contra mía.

El abogado nos requirió $30 mil dólares de honorarios, por adelantado, para defendernos, y nos dijo que no había garantía de éxito de su defensa. Nosotros, perplejos, nos escurrimos presurosos de aquella oficina, dudando acerca de quién nos haría más daño, si los sicarios (patrocinados por el gobierno de turno), el abogado, o la justicia.

Tanto en radio como en TV hay sicarios de la mentira que han acumulado fortunas increíbles, además de poder político y nombradía. Recientemente, Marino Zapete logró que quien lo difamara fuera penado por la justicia. Un logro verdaderamente excepcional en el país. De lo cual uno no se alegra en lo personal (porque “no es cosa personal”- devolviéndole la palabra), pero sí de que se le ponga límite a este bandidaje.

Algunos comunicadores han querido reducir el caso a un incidente sin importancia “entre hermanos” o “colegas” comunicadores. Pero no es así. Porque aquí muchos comunicadores suelen ser miserables comparsas de una inmoral y desgarradora lucha por la supervivencia, que dañan irreparablemente la sociedad y la reputación de personas honorables e inocentes.

Que fuera Zapete, un comunicador responsable y aguerrido, el acusador ganancioso de causa, reivindica a  los comunicadores serios y capaces. No por los millones, ni por la pena carcelaria; sino por la reparación de su honra.  Que en algo redime a mucha gente honesta que teme a la extorsión y al escándalo, que no sabe defenderse, ni puede pagar a un abogado, o no conoce alguno confiable.

En realidad, el daño a la honra no tiene compensación posible. Los grandes nombres comerciales,  las marcas líderes, gastan fortunas para resarcir  prestigio, imagen y posicionamiento. Los ciudadanos comunes, que carecemos de recursos,  tiempo y resistencia para sufrir nuestros tribunales, nos sentimos agradecidos y solidarios respecto de Zapete, el abogado y las autoridades intervinientes.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas