El castigo de la naturaleza al Cibao

El castigo de la naturaleza al Cibao

La laboriosa población del Cibao y de Puerto Plata está consternada y desorientada, además de angustiada, ante tantos fenómenos naturales que están afectando a la región más rica del país en los pasados dos meses, que obliga a pensar de que un castigo divino está en desarrollo debido a que muchos de sus habitantes no han sabido administrar el bien común, dejándolo en manos incapaces para generar más pobreza al país.

En la madrugada del pasado 22 de septiembre, Puerto Plata, el Cibao y en menor escala, el resto del país, fueron estremecidos por un fuerte movimiento sísmico que llevó el pánico a millares de personas, que luego, por más de 45 días, estuvieron ocurriendo las réplicas para dejar atemorizada a una población que de repente se dio cuenta que en la Naturaleza se producen sucesos que solo sirven para demostrar la impotencia del ser humano frente a los mismos.

El pasado 13 se inició un período de fuertes lluvias, que sin los vientos huracanados que se producen en el verano y otoño, preñó los ríos, arroyos y cañadas, de tal forma, de sus efectos todavía, a más de 9 días de iniciado ese ciclo inusual de lluvias, ha llevado la destrucción a miles de tareas agrícolas y arrasando humildes viviendas construídas ilegalmente a orillas de los cursos de agua.

El temor que se ha metido en la población cibaeña, al ver como millares de metros cúbicos de agua están corriendo hacia el mar en las cuencas de los ríos Yuna, Camú y Yaque del Norte, revela de como el macizo de las montañas de la Cordillera Central, donde nacen los dos principales ríos del país, sufrió un copioso régimen de lluvias, que al decir de algunos, superó a los del huracán David y la tormenta Federico.

La agricultura cibaeña está sufriendo grandes pérdidas y el temor se apodera de los técnicos ante el peligro de que algunas de las grandes presas se desborde por tales lluvias, y se empeñan en darle salida al exceso de agua que lleva el germen de la destrucción dentro de sí mismo.

La forma de como la Naturaleza está actuando, es similar a lo ocurrido en meses pasados en Europa cuando un intenso régimen de lluvias inundó a muchos países de ese continente, llevando a la ruina a muchas regiones cuando también las presas se llenaron y el agua inundaba a grandes ciudades que vieron a sus habitantes tratando de rescatar sus pertenencias ante el avance de las aguas desbordadas de sus grandes ríos. Aquella vez fueron días de angustias para esas naciones europeas, que sintieron el peso de la Naturaleza afectando el bienestar colectivo, pero con decisión se impusieron a ese mal tiempo para de nuevo retornar a su forma normal de vida de sociedades opulentas.

Ahora la región caribeña, que no fue afectada por ningún huracán de la estación, se siente aterrada cuando en Puerto Rico y en Dominicana sus ríos inflan sus caudales e inundan grandes extensiones de terreno, la mayoría cultivados con los rubros básicos de la alimentación criolla, principalmente plátanos y arroz.

Lo de castigo divino podría pensarse en una población altamente crédula, que tiene miedo de Dios, aun cuando vive de espaldas a sus mandatos, y ahora se acuerda de El para con sus rogativas pedir misericordia y evitar que más daños ocasionen esos fenómenos, que como terremotos e inundaciones, pudieran ocasionar más pérdidas de vida y daños materiales de consideración como los ocurridos en Puerto Plata con el terremoto del 22 de septiembre.

Esos acontecimientos naturales son lecciones para los dominicanos por el hecho de que cualquier persona pobre, a nombre de ser padre de familia, puede construir a orillas de los ríos, en terrenos de nadie, no es una patente para que tal cosa se permita y las autoridades deben dejar de lado su demagogia y deben proceder de acuerdo a las facultades que le dan las leyes vigentes, desalojando a esos infelices que viven en el sobresalto de verse arrastrados por las aguas o sepultados debajo de escombros de viviendas mal construidas en caso de un terremoto. Es necesario que los embalses de las presas se desagüen cada año en el mes de agosto, hasta su nivel mínimo de operación, para tenerlos preparados para esas eventualidades de lluvias intensas para no tener que lamentar casos como los de ahora, ya que fue necesario desaguar esos embalses a la carrera y provocando más daños que las acarreadas por las mismas lluvias.

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