El catch-allismo dominicano

El catch-allismo dominicano

JULIO ALBERTO MARTÍNEZ RUÍZ

Analizar la evolución de los partidos políticos dominicanos desde un enfoque politológico es pertinente para no atribuirle exclusividad local a fenómenos universales que han conocido democracias mucho más antiguas y consolidadas que la nuestra.

Hablar de transfugismo, crisis de las funciones que antaño han desempeñado los partidos, ausencia ideológica, carencia de democracia interna y estructuras oligárquicas, son rasgos característicos que describen la situación actual de la “partitocrazia” criolla.

Empero, antes de agarrarnos la cabeza y concluir que estamos ante el colapso de los partidos tradicionales, debemos comprender que son procesos naturales por los cuales han atravesado y han superado la mayoría de los sistemas de partidos de las democracias occidentales y americanas.

Otto Kirchheimer, un politólogo alemán, aportó una de las teorías más relevantes sobre los partidos políticos; el modelo de partido “Catch-all” o “Atrápalotodo”. Una organización que se caracteriza por apelar a un segmento amplio y heterogéneo del electorado para conquistar el éxito electoral.

Contrario a los partidos de masas que establecían requisitos rígidos para el ingreso a sus filas y tenían como norma el debate ideológico, la educación política y doctrinaria de los militantes, en los partidos “catch-all” o “maquinarias electorales” ingresa todo el que quiera. La maximización de votos para la consecución del poder es la brújula.

Más que banderas, siglas, ideologías y métodos de trabajos distintos, entre los líderes de las maquinarias electorales prima un consenso programático sobre los ejes fundamentales de desarrollo de una nación. Por ende, aunque la forma de los planteamientos sea distinta, en el fondo; el discurso de los procuradores de poder los partidos atrápalotodo coincide en el respeto a los derechos humanos, la creación de empleos dignos, mejorar el sistema de salud y la educación, construir viviendas, generar un clima de seguridad ciudadana y defender la soberanía nacional.

Esto no excluye la necesidad de una ley de partidos que regule su financiamiento y establezca reglas de juego claras para evitar las imposiciones de candidaturas, la encuestocracia y un cambio de cultura política que sustituya las tendencias caudillistas y oligárquicas de sus cúpulas por los círculos concéntricos del liderazgo.

No es casual ni se limita a nuestro país el debilitamiento ideológico que exhiben los principales partidos: PLD, PRM, PRD y el PRSC. Pese a que esto genera una crisis de identidad, no necesariamente significa una degradación de lo político. Estamos en la era del catch-allismo dominicano.