El cazador de historias

El cazador de historias

El 13 de abril de 2015 se apagó una estrella en el firmamento, ocurrió la muerte física de un uruguayo universal: Eduardo Galeano. El humanista pensador y escritor estará siempre vivo a través de su vasta y rica producción literaria. Su libro póstumo El Cazador de Historias es una joya de la literatura iberoamericana. En ella, el autor juega con el tiempo en un estilo inconfundible, narrando un mundo real e imaginario a la vez. Contiene relatos breves con finales que derraman un perfume embrujador y abren un hondo espacio en la mente, al que llenan con variopintas reflexiones presentes y futuristas.
A manera de muestreo transcribo el encabezado Viaje al Infierno: “Hace ya algunos años, durante una de mis muertes, visité el infierno. Yo había escuchado que en esos abismos te sirven el vino que prefieras y los manjares que elijas, amantas y amantes para todos los gustos, música bailandera, gozadera infinita… Y una vez más confirmé que la publicidad miente. El infierno promete la gran vida, peor, yo no encontré nada más que un gentío haciendo fila. La larguísima fila, que se perdía de vista en esos desfiladeros humeantes, estaba formada por mujeres y hombres de todos los tiempos, desde los cazadores de las cavernas hasta los astronautas del espacio sideral.
Ellas y ellos estaban condenados a esperar. A esperar desde siempre y para siempre. Eso descubrí: el Infierno es la espera”.
En otro apartado comenta: <<Por qué escribo: Si no recuerdo mal, creo que fue Jean- Paul Sartre quien dijo: Escribir es una pasión inútil. Uno escribe sin saber muy bien por qué o para qué, pero se supone que tiene que ver con las cosas en las que más profundamente cree, con los temas que lo desvelan. Escribimos sobre la base de algunas certezas, que tampoco son certezas full-time.
Yo, por ejemplo, soy optimista según la hora del día. Normalmente, hasta el mediodía soy bastante optimista. Después, de doce a cuatro, se me cae el alma al piso. Se acomoda en su lugar de nuevo hacia el atardecer, y en la noche se cae y se levanta, varias veces, hasta la mañana siguiente, y así… Vivo y sobrevivo, por curiosidad. Así de simple. No sé, ni quiero saber, cuál es el futuro que me espera. Lo mejor de mi futuro es que no lo conozco>>.
Al concluir el texto, Galeano se torna estremecedor, cual si presintiera su muerte. Termina con este bello poema al que llamó: Quise, quiero, quisiera. Dice así: <<Que en belleza camine./ Que haya belleza delante de mí / y belleza detrás/ y debajo/ y encima/ y que todo mi alrededor sea belleza/ a lo largo de un camino de belleza/ que en belleza acabe>>.
Arte literario más conmovedor no puede pedirse. Tal vez sin proponérselo, Eduardo ha logrado un cierre apoteósico de su vida de artista de la palabra.
Por razones de espacio no pude ofrecer otras pinceladas fascinantes y sustanciosas del libro. Confieso que leí con fruición desde la primera hasta la última página. Convencido quedé de que Eduardo Galeano no ha muerto; seguirá viviendo en el corazón de sus fieles lectores.

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